sábado, 27 de agosto de 2022

oToÑo

Era el segundo otoño de tu vida y viernes.
Fuimos desde la guardería al Campo del Moro para ver como el verano cambiaba de color.
El aire olía a lapicero. 
Habíamos cogido unas cestas enormes para llenarlas de castañas pilongas. Yo quería explicarte que si te comías una de esas, te volvías loca, pero tú me mirabas complacido sin entender. 
El parque olía a humedad, bajo las hojas había redes de pequeñas ramas entrelazadas.
Buscábamos todos los colores en las hojas y nos perdíamos entre aquellos árboles bajos que nos ocultaban. 
Mamá nos llamaba y nosotros no podíamos estar en silencio, porque la risa era incontenible y siempre nos encontraba y nos decía que nos íbamos a enfriar y que nos pusiéramos el jersey, pero nosotros no queríamos, porque detrás de un árbol había otro árbol y nosotros queríamos tocarlos todos, verlos todos.

Y se paró el tiempo Avena, se paró como cada vez que te recuerdo, como cuando te has marchado y te veo en el aire y veo todas las cosas que hemos hecho y me confundo, porque ya no sé si te he visto o te he soñado. Y pasaste Avena, de la mano de tu madre entre los árboles, escuchando el sonido de las hojas mojadas y mirando y como se había parado el tiempo, no supe si estabas y me quedé quieta, por si te habías escondido conmigo y nos aguantábamos la risa. 



martes, 5 de julio de 2022

La playa y el hueco del tiempo


LA PLAYA






Se iban, los mirábamos en diagonal desde el hueco que hacía la playa entre las cañas, con mirada distraída, hablando sin prestarnos atención, respondiéndonos dispersas a preguntas breves en palabras como breves en respuestas.
Cogí mi libro y me puse a leer, ellas se quedaron mirando a la playa, sin prestar atención, dispersas y en silencio.

La arena de cemento reflejaba un cielo de ceniza, la playa se volvía un enorme espejo mientras ellas seguían distraídas. Escuchaba de fondo sus palabras sueltas.

Recordé de pronto un día en que mi padré me mostró una carta de amor que le había escrito mi madre. Me dijo que mi madre siempre escribía todo porque "las palabras se la lleva el viento" y entonces yo también levanté los ojos hacia la playa y te vi Avena, cogido de la mano de mi padre. 



EL HUECO DEL TIEMPO





Te vi Avena y te miré, te hacías cada vez más pequeño hacia el inmenso océano, tan pequeño Avena. 

Mirabas las olas aún contándotelas en tu pensamiento, diciéndote que eso eran olas; como para entender que tú comprendías lo que significaba mar, agua, arena y playa.

Papá te hablaba de la sal, de las algas y de ese pequeño barco que está en el horizonte y que vuelve de pescar. Y tú Avena, escuchabas, como era tu hábito en aquellos días de tu segundo año de vida.

"las palabras se las lleva el viento" y entonces las dos se rieron, yo cerré mi libro y me detuve a miraros. 

De tu mano Avena, los dos de tu mano, la pequeña mano que cuenta los granos de arena de la playa, la mano que agarra sin desconfianza, como quien se agarra a algo sin conocer el miedo al vacío, al hueco.

De su mano padre, tú de su mano, tu vieja mano que contó los granos de arena, la mano que sujeta con confianza, como quien sujeta al miedo, al vacio.

Y entre medias de los dos, ese hueco que deja el tiempo caminando hacia la orilla.