lunes, 24 de diciembre de 2012

Sin anestesia, por favor


El otro día escuché en la radio que Shubert se enfrenta a la vida sin anestesia, de modo que me decidí a tomar el séptimo té de la mañana y ponerme a asfaltar el suelo de la cocina. La verdad es que con el sol que entraba sentí sueño y me quedé dormida sobre el asfalto aún húmedo. Cuál fue mi sorpresa cuando al despertarme en mitad de la tarde, ya de noche, comprobé que no podía desprenderme del suelo. Llamé a mi madre, pero claro, no pudo escucharme porque hace ya muchos años que no vive conmigo; llamé a mi perra, pero tampoco pudo venir, no sé la verdad. Yo veía la lámpara y recordaba con alegría los días de verano, cuando me balanceaba en la cocina bajo el cielo de Londres y me aferraba al cable para que el tiempo no me llevase. Pero el tiempo te atrapa y te hace perder la memoria de quien fuiste, te fusila en el retrete mientras luchas por expulsar la última gota de tu cistitis crónica y te duele en la frontera de tu útero. 
No hay nadie, no habita nadie y el bosque se ha vuelto inodoro, e insípido, ¡ja!
Cerré los ojos para intentar olvidar mi estúpida situación y me acordé de cuando me quedé encerrada en la pantalla del ordenador. Siempre lo mismo, me dije, los objetos siempre me atenazan.
Y de pronto la navidad parece verano y el verano septiembre y los días relojes de arena y el tiempo perdido trabajos de amor y los dedos facturas de la comunidad y mi vida un tejido lunar y tú, no seas mi sueño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

I am not a Dream
I am Life
Forever