jueves, 28 de febrero de 2013

Pajaritos de papel

los pajaritos de papel no vuelan, intentan ser bailarinas silvestres pero el papel de las servilletas es demasiado obvio como para ser cierto. a ellos les gustaría ser invisibles, como a las bailarinas, pero parece ser que el hombre es demasiado ruidoso para pasar desapercibido. tengo los bolsillos llenos de arena, creo que el otro día en la playa me quedé demasiado tiempo y la marea me pilló desprevenida. soy demasiado despistada para fijarme en el paisaje y sin darme cuenta me había quedado sin acuarelas. la vida es demasiado corta para organizar una cocina, en la nevera los garbanzos luchan para no desintegrarse y cada vez que abro la puerta deseo que se haya fundido la bombilla, pero las bombillas de la nevera son eternas como la canción de Pablo Milanés. ya no me importa escribir sin poesía, porque los artistas no existen, como la isla grande. el blog es solo una serie televisiva, quiero decir un culebrón. siempre he tenido debilidad por los vómitos del público. guardo mis radiografías en el rincón de mi cama, a veces hace tanto frío que la manta es insuficiente. ser invisible, tal vez nadie ha pensado nunca en eso, tal vez esa palabra no existe en el diccionario.

De acuerdo, violar la ortografía es una actitud infantil, todos sabemos que la ortografía es frígida y que jamás podrá sentir un orgasmo. Me pregunto si sabrá finjirlo. Cuando follaba con ella nunca logré descubrir si la "h" o la "f" tenían clítoris. Trabajos de amor perdidos. Nunca amé a la ortografía. 

Corregir, corrigiendo, ¿corregido?

Pajaritos de papel, (soplo)
¿pajaritos de papel? (soplo)
¡pajaritos de papel!

Busca entre el cañamazo, encuentra una sombra azulada y vive entre los pequeños espacios de un hábito despoblado. Sabe que la sombra huele a tamiz y que el tamiz no se tamiza y que aquellos coladores de antaño ya no guardan el limo. Cocina en la penumbra, así no se ahuma la casa y sueña con pasteles de cardamomo que nunca podrá cocinar. Esculpe la yema de los huevos y fotografía el átomo congelado que se ha colado por la rendija de la ventana. Ya no tiene sombra, una mañana de campos una brizna de azucenas se la prendió como adorno. Puede seguir caminando, sin embargo, sin mas, sin aunque, sin embargo. Ha perdido todo y se llama en el lomo de la colina sin recordar su nombre, ha navegado empotrada en el redil de una vela de esparto y lame la madera del suelo del barco mojado. lame lamiendo lamo

Ellos tienen mazas de maíz y de pronto no recuerda el color de la mazorca. Ellos tornan esquirlas resquebrajadas y de pronto no acierta a recuperar el filo. Ahora trabaja en la herrería y allí, quien no sabe de yunques se duerme en la humedad. Busca tareas, tareas de estulticia y cayados marinos para cazar medusas. 

Ellos no tienen barcos, pero las madejas de sus hojas hacen punto de cruz en los panales. 

Dame un poco de tiempo, para encontrar el barullo.

martes, 26 de febrero de 2013

Frío


La noche se encrespa en mi cabeza, me estoy muriendo de frío en casa, me he desnudado para escribir el blog y los dedos se congelan sobre las teclas. El hielo cubre la casa y los ojos toman formas anodinas. Se escuchan ruidos extraños, estáticos en medio del frío. La música habla de incógnitas heridas. Hoy la noche está herida, y sin sombra. Nadie vive ya en la casa. Los encuentros se han mojado y las bailarinas están secas sobre la mesa llena de migas. Mamá no ha vuelto esta noche y la anciana de la cama de enfrente le canta desde su cuna. Mamá no vendrá esta noche para cantarte una nana, mamá ha muerto y tú tienes noventa años. 
Duérmete ya y no sueñes más que estás despierta.
Hoy la casa esta llena de rabia y de frío.
Alguien viene a mojarme otra vez.
Frío.

Mi chaqueta de Londres


Hoy el monstruo me ha visitado de nuevo, me lo encontré en Madrid, de noche, en mitad de la calle. Hacía frío esta noche y aprovechó esa hora en la que todos duermen entre el final y el inicio. Me crucé de acera, tuve suerte, porque era de madrugada y no pasaba ningún coche, sin embargo, me vio, es imposible darle esquinazo. Soy demasiado visible para él. Volví a cruzar, fui a su encuentro, ¿qué podía hacer? me esperaba como siempre al otro lado de la acera y yo fui a su encuentro. Como me había jurado que no volvería a hablar, no le saludé. Creo que no le gustó, pero siempre sabe disimular un pequeño enfado y gana. Empezó él a hablar esta vez, intenté taparme los oídos muy fuerte, imaginariamente. A él no le gusta que yo me mueva de un modo extraño, por eso lo hice imaginariamente. 
Entonces me lo dijo, me dijo que Londres no existe, que esa ciudad nunca ha existido, que aunque todos digan que está en la isla gigante, es todo una mentira, que Londres es una invención del mundo, que todos creen que es, pero que en realidad es solo un dibujo inventado de los cartógrafos. Me dijo que yo no había estado este verano en Londres, que no, que no había ido nunca a Londres, ni siquiera aquella primera vez, cuando fui como turista.
Nunca he estado en Londres, nunca he estado en Londres, nunca he estado en Londres...  Entonces miré hacia abajo y vi la mancha, como en el libro de Javier Marías, vi la gota que se iba dibujando entre mis piernas y cerré los ojos, imaginariamente, y me dije que iba a dormir y me dormí de pie, en la calle, con todo ese frío. Pensé que esto no estaba pasando y apreté los dientes y se me movían las muelas en la boca como queriendo llorar muy fuerte. Y pensé en big thing y soñé que me enseñaba su mano y que me indicaba el camino de vuelta y escuché la canción de Orfeo y Eurídice y volví a pensar en ella, y apreté los ojos muy fuerte, para ver si sentía otra vez los darditos. Y olía a mar. Y soñé que estaba en la playa y que el mar rugía enfurecido (él siempre está furioso), pero a mí me gusta. Leía. Mi pelo estaba húmedo y yo imaginaba que se me iría rizando cada vez más, que llegaría a casa con la melena llena de tirabuzones y que mi madre se reiría a carcajadas en la cocina (casi no recuerdo cuando tenía el pelo largo, ¿cuándo me lo corté? creo que fue en el mismo tiempo en que empecé a adelgazar). Y soñé con María, soñaba con los niños que pintaban la playa en las rocas. Y la playa se empezó a llenar de agua y busqué a los niños que estaban a salvo y me caían espigas de centeno sobre los ojos y no podía ver bien, pero el centeno traía el olor del pan recién cocido en la arena. Y volví a mirar a los niños mientras el agua me cubría las piernas y se llevaba la toalla, y los niños seguían pintando y soñaban con lavar sus manos de acuarelas en la orilla. Y ella venía, trotando por la pista, soñándome en los años venideros, buscando la acequia donde pararía cada mañana a beber, y me miraba vigilante, desde las rocas, como una gaviota herida, como una mariposa. Y soñé con su piel oscura y con sus manos de gigante y con las acuarelas mojadas y con la sal, con la sal, y me lavé las heridas mientras el sol se hacía de noche y me quedé detenida, mientras los demás se movían. Detenida.

Esta noche hace frío y miedo.

(Ruge el mar, está tan lejos que ya no me habla, donde dejé mi pelo, María, María, María...nadie soñaba esa noche. El sueño estaba amortajado y sin olas.)