jueves, 26 de septiembre de 2013

...jueves...Time



y es como si estuvieras de paso, aunque hayas dejado la biblioteca, aunque hayas recogido los infinitos Pilot de tu estuche de ganchillo de colores vivos, los que te sobraron del último colegio, el de Madrid. Porque has perdido la noción del tiempo a la hora de comer, porque ya nunca sabes cuándo sientes hambre, porque ya no suena el timbre en el pasillo dejando a todos sordos y entonces ya no te acuerdas de cuánta hambre se sentía a la hora del recreo. Porque tu inmensa maleta dorada sigue con la ropa de invierno y aquí ya huele a invierno, aunque en Madrid sea ya siempre verano y antes de salir desesperada porque te ha llamado la agencia para suplir en alguna que otra basura, te acuerdas de que tu maleta está en el trastero de A. Trasteros, casas de verano, cajas y cajitas, disco duro y voces y recuerdos que te atraviesan por los pasillos cuando intentas recoger de nuevo, inútilmente, el agua que se sigue derramando por las paredes. Y ya no das a basto y de pronto, me doy cuenta de que se está empezando a formar moho en los rincones y en los zócalos y en algunos recovecos de los muebles y en la manta que también está en lo alto del armario, donde yo no alcanzo. Y cada pan que se hornea te recuerda desde la levadura que has disminuido tu talla, que aquí eres pequeña, delgada, frágil y te miras otra vez en el espejo y reconoces otra vez tu cuerpo de rana, como el de las niñas que aún no tienen pechos y piensas, que ahora sería tan fácil que te quebrase una rama.Y los árboles otra vez, los descomunales que me hablaron el primer día, cuando llegué a casa. Los mismos que ahora esperan a que vuelva. Porque aquí todo el mundo sabe esperar, y yo a veces me voy, muy lejos, tan lejos que desde la lejanía lo miro todo con desprecio, con indiferencia, con insensatez.
Y las preguntas y las respuestas y los vacíos y los arrepentimientos y las huidas y las huidas y las huidas...
Atareada, agitada, ocupada, tremendamente ocupada y pensaba, no puedo pensar no puedo sentir y de pronto las horas vacías y las carreras locas atravesando la crazy city y la soledad de Londres. La infinita soledad de esta ciudad de huérfanos donde todos se cuidan unos a otros y siguen estando solos. La soledad del silencio y de la imposibilidad y otra vez el balcón y los árboles y A. que pasa por el parque que tenemos enfrente de casa y yo y otra vez yo y yo, a la que me encuentro en cada rincón desbordado de la casa y abro la ventana, porque la humedad ya no me deja respirar, aunque haga frío. Porque aquí ya es invierno.

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