jueves, 22 de agosto de 2024

Escribir

 

Avena, esta mañana cuando me he despertado, me acordé de que soñé que me escribías una carta. Me decías al empezar:

Querida nana,

Yo me emocioné al ver las letras torcidas, perdiendo el equilibrio y enseguida cogí papel de carta y mi pluma y me senté a escribirte. Al comenzar, me quedé pensativa, imaginando qué cartas escribirías a lo largo de tu vida. Recordé tu inocencia y el sentido de las letras que no son más que letras. Me puse a pensar en como, cuando crecemos, todo parece tener un sentido oculto. Pero de pronto te escuché desde mi habitación del tejado, subías las escaleras jugando a preguntar. Ponías un pie en un escalón y me hacías una pregunta, yo me quedaba un tiempo pensativa y entonces, cuando empezaba a responderte, ya estabas en el siguiente escalón y me preguntabas otra vez. 

Los significados de la vida cambian al pasar, igual que pasan tus preguntas inmediatas, como ayer cuando leíamos cuentos y hablábamos de que si los lobos entran en las casas y yo te explicaba que hay dos mundos, el mundo de las fábulas y el de los bosques. Tú llegaste a la conclusión de que no irías a los bosques de lobos y yo sonreí y recordé que yo siempre soñaba con ir a esos bosques, que nunca pensé en el miedo, tan solo en la fantasía de que la infancia se prolongase hasta toda mi vida.

Miedo a crecer y sin embargo tú, quieres crecer Avena. Te gusta descubir la vida y conocerla para entrar con cuidado en ella, a tu ritmo. 

Tú me recuerdas siempre cosas, me recuerdas al escribir esto, que yo no entendía con cuidado y que aún lo desconozco y me doy cuenta de que tu madre tampoco lo entendió. 

A veces Avena, el ansia por la vida nos confunde y solo queremos correr. 

Tal vez en algún momento de mi infancia me olvidé de crecer y así pude seguir soñando que en los bosques, los lobos llevaban gorras de lana con cuadrados azules y bufandas ceñidas al cuello.

Me gusta este modo que tienes de adentrarte en tu vida, tu manera lógica de no querer dañarte, cuando yo no me doy cuenta del daño que puede hacer la vida después de vivir. 

Somos tan diferentes Avena, a pesar de que tengamos la piel oscura en verano, casi en esta competición en la que tú siempre ganas, porque tú le gustas más al sol.

Me preguntaste ayer, antes de dormirte, si esta mañana me despertaría para escribir. Por eso ahora estoy en mi cama, contigo acurrucado a mi costado, para que no te despiertes y yo pueda seguir escribiendo.

Me pregunto, me respondo, sé que es posible escribir y leer cuidando Avenas, que existen siempre huecos para ser, una, entre los escalones de la escalera.

Ahora los gatos hacen ruido en el cuarto, tú sigues durmiendo, porque en tu corta vida has aprendido que dormir, es una tarea de dos, o de tres, porque tú apenas aún conoces tu cama, lo que significa dormir solo, que la mañana te sorprenda sin un cuerpo que te abrace.

Más días en tu vida de Avena menudo, en tu pequeña vida que se alarga por el tiempo de tus pasos. Creces en este ritmo inverso al de las palabras que escribes y que irán menguando según crezcas. Las palabras que reflejarán tu cara en el tiempo de los cuadernos que acabes, tal vez de tus diarios o de los amaneceres, cuando anotes tus sueños raros.

Y es que no sé por qué Avena, las letras se vuelven más pequeñas según el paso del tiempo nos alarga el cuerpo, las manos o el rostro.




martes, 20 de agosto de 2024

PD

Amada 1 y Ariadna abandonada en la playa

Querida amada,

Me abandonas en mi cuerpo.

Me has gritado en la playa como solo tú sabes hacerlo, en ese modo sublime en que me amas y te siento, tu voz aguda picando en mi pecho. El látido de la vida, del amor. 

Me has mirado con desprecio, y con miedo, me has mirado ya lejos, sin darte cuenta de que te habías ido, creyendo como siempre que tu cuerpo es presente, inmediato y continuo y lo venero porque es etéreo. Tu imagen impresente se empequeñece en tu partida. Yo me he quedado esta vez enterreda en la arena, los ojos se me llenan de tierra y de lágrimas, no hago ruido, temo que te vuelvas y te quedes, quiero gritarte también, vocearte y que te vuelvas por pena, sin compasión, por miedo a que me rasgue.

Te aterra mi amor despiadado, me lo has dicho susurrando, para que no te escuchase en la comisura de tus labios, cerrados. 

No me has besado, apenas te has despedido en el gesto rutinario. 

Ya no puedo mirarte, mis ojos están rotos y no pueden verte. 

Huyes, has comenzado a correr. No te veo. Sin embargo te veo, mis ojos de abandonada te vieron huir en el primer beso, llorado sin piedras, aquella vez, la primera.

- Te siento, ¿me sientes?, ¿me sientes?, ¿me sientes?, ¿me sientes?...

Tú no respondes, acostumbras a callar cuando quieres creer que podrás amarme, que me amas y que seré tu amada.


Se me han quedado los labios pegados y el sabor antiguo a metal de las desgracias, del sufrimiento anclado. Lloro piedras otra vez.

Estoy de rodillas, la arena me escuece y se me queda pegada en la piel. 

Me he quedado parada, quieta, invisible, desaparecida.

Me angustia que vuelvas y no podamos vernos. 

Me desmadejo, me diluyo, me desdibujo y soy vacío, esta nada que me calma y me aleja de ti mientras te dejo en el balcón, sé que tus ojos están fijos en mi espalda mientras subo tu calle hacia mi casa. No me vuelvo, si lo hiciera me quedaría parada y quieta, como ahora en la playa. Comprendo que ahora es la última vez, que no voy a regresar a tu casa. 

Me he quedado sola, ya sola, solente, solentada. 

Me has abandonado sin piedad.










Odiada 1 y la huida

Odiada,

Te saludo en la mañana de bocas secas y desprecios infundados. Me niegas como a un noser, consideras tus fracasos como parte de mi alma y la ensucias. Te restriegas en el borde de mis ojos como el cerdo, abominas mis manos que se estampan en los muros.

Quiero romper mis huesos y salirme, pero tú me llamas, me gritas desalmada, con la violencia interna que camuflas. Disimulas. 

Consideras que mi vida no merece admiración.

Desde tu piel oscura te regodeas en mi dolor. 

La desesperación.

He masticado tu miseria hasta tragarla, el confín de la caricia que por un instante querría retomar. 

La pasta de tu olvido se atraganta en mi interior. Apenas me ahogo cuando vas hacia la puerta, colocas tu mano en el quicio y me desprecias otra vez. Haces amago de cerrar dejando tus dedos quietos en el marco, las manos doradas que aún recuerdo amarte. Me crujen los huesos otra vez, me miro las manos y el dolor se vuelve insoportable. Me he roto, me he destrozado con el sonido seco de la lluvia. Deseo que caiga el agua, que la humedad me permita olvidarte, borrarte de mi vida en un segundo.

Te odio, siento intensamente que te odio, que deseo que salgas de mi vida, que desaparezcas y tú, antes de salir entras y buscas la caja de medicamentos, deglutes cada píldora sádicamente mientras me miras, y me envenenas, me devuelves en sonidos tu crujir de dientes machacando las pastillas.

Quiero salir y marcharme, siento la locura en mis gemidos en los lamentos sordos de este dolor físico que me desgarra. 

Y yo aún no quiero marcharme de ti, me arrodillo ante tus piernas y te suplico que me ames, que vomites tu amor de hiel en mi boca y yo pueda tragarlo.

Te odio, sé que un día cruzaré tu puerta, sin manos y sin brazos y que dejaré detrás todo este vacío que tú me has regalado y que volveré a ver la lluvia y que curaré también mis manos.

No me tocas. Me abandonas en el medio de mi entrega, con amor. 

Me abandonas en el medio de mi rabia y de mi odio, despreciando lo que no me rogaste, lo que te regalaba. Simplemente. 

Te odio y me marcho huyendo de ti, de la fatalidad de tu alma de la que me hablaron tus pastillas la primera vez que te follé, orgánicas, vegetales, química.

Vuelvo del hospital a mi casa, no me acompañas y me alivia, por primera vez. 

Te he visto. 

He decidido dejarte, no dudo, me marcho. De aquí.



Esposa y la espera eterna

Ayer te escribí una carta esposa. Te decía que todo sigue igual, que en casa te seguimos esperando, que nada ha cambiado y que por qué te fuiste. Me quedo paralizada, congelada en la pregunta. Sigo escribiendo.

It is the morning

La mañana sin ti.

Un día más de asma, la brisa de nuevo no alcanza el recorrido del aire, no puedo respirar esta mañana y salgo al porche. El aire hoy es pesado, no hace viento en el campo, aún no ha amanecido y ya es la mañana. 

Desde que te fuiste es difícil coincidir en el amanecer cuando me despierto y voy a la cocina, me preparo un té único y compruebo, otra vez, que es de noche. Y me pregunto cómo es posible que nosotras, siempre coincidieramos con el amanecer. 

La noche ha sido pesada, siento aún en la boca el sabor a metal, los ojos resecos. La taza me pesa en las manos, siento otra vez este peso de los días en la mañana. Me refugio en mi bata, sucia, con polvo de los últimos días. 

Esposa, te llamo.

- Esposa, abrígate, toma, mira. Tengo frío. - yo siempre tenía frío en la mañana. 

Te veo llegar, desabrigada y lenta, sin una taza de nada. Los perros han venido a saludarte. Los acaricias sin verme.

El viento sopla y yo, me diluyo.

Breathing is not what it was

Te pido agua.

Te pido aire.

Te pido ayuda.

Te grito y te nombro. No me oyes.

Me busco. Me he diluido en la sombra de tu palabra.

Miras hacia la montaña y me doy cuenta de que está saliendo el sol, de que estamos de pie, y te invito a sentarte.

Plomo, hierro oxidado.

Espero tu mano y recuerdo y te veo afanada en tu lentitud, en la repetición de andar la casa sin rumbo. Soñando con el día que se repetirá en recorridos por la casa.

Y yo no estaré.

The biggest lost 

La perdida.

Como no llegas he decido salir al campo y llamarte, de nuevo.

- Esposa, ven. Escucha, mira, ¿no? ¿sí?

Tú sigues caminando por la casa.

Yo me he ido, he salido y me he olvidado de dejar la puerta abierta. Los perros no se han escapado. Me doy cuenta de que llevo la bata puesta. 

Ha amanecido y se escucha el ruido del pueblo. Los coches arrancando, los pájaros en el cable.

Se te cae una taza y me extraño, a ti nunca se te rompe nada.

Te grito que si estás bien, que si necesitas algo, que si voy, que si me necesitas, me necesitas, necesitas que vaya, voy... y lo repito, y lo repito hasta que me duelen los dientes y con las manos, me aprieto la bata, y salgo de tu casa.

I did not go further

Cuando llego cerca del cementerio me doy cuenta de que estoy lejos de casa. El viento solo sopla en el plano ahí. Desde aquí veo la casa, rosa y descascarillada. 

Se me cruzan los recuerdos, se confunden en cruces eléctricos que me entristecen. Recuerdo los días pasados, caminábamos por la pequeña carretera llena de baches imaginando que esa era nuestra casa y nos preguntábamos, sonriendo, sí sería nuestra casa. 

Tengo ganas de caminar, más lejos. Se me ocurre que puedo pasear con nuestra perra. Vuelvo y entonces me acuerdo de que me he dejado la puerta cerrada.

Some kind of repetition from the memories

Aquí nada es lo mismo esposa. He intentado reorganizar mis cosas, pero no tengo espacio para todas. Siguen metidas en cajas. Me asfixia la pereza de este aire gris de arena. 

He quitado las cortinas para ver mejor el amanecer. 

Se me han caído las conchas que había metido en el bolsillo de mi bata. Me agacho a recogerlas una a una. Me pregunto qué veíamos al recogerlas. 

Siguen resecas, parece como si se dehicieran al tocarlas. Ahora todas me parecen iguales.

Voy a la coqueta de madera de roble y las coloco en fila, por tamaños, mecánicamente. Y me siento alienada en esta ausencia, que se repite sin conciencia de los días sin ti. No recuerdo que te hayas ido, que amanezca en tu casa, que no esté en la puerta.

I am not asking for sorry

Lo siento, lo siento tanto, estoy arrepentida, si pudiera volver atrás. Y te lo grito desde la puerta, sola, pero esta vez tú no has salido. Y me desespero y te vuelvo a llamar a gritos, hasta que se me rasga la voz. 

La mañana toma este color cetrino de los días de abandonos, el calor húmedo que reconozco, la sensación de irrealidad que lo rodea. 

Me quiero marchar, quiero salir de la puerta y abandonarte y marcharme digna, sin mirarte y me quedo otra vez aquí, paralizada en mi llanto interminable. 

No me duele el relato de mi vida, es el cuerpo el que se me rompe en el umbral de tu puerta, el dolor en el pecho que no me deja respirar. 

Me huele a olivos y me escuece el polvo de sus ramas y de sus hojas por dentro, sé que pronto vendrán sus flores blancas y yo no las veré transformase en olivas, sé que no te acompañaré esta vez en el agosto.

Intento consolarme y dejar tu casa sin mí. Tú estás dentro.

Licking the wounds

He cerrado los ojos, siento la arena y el polvo de los olivos y las piedras por dentro. Siento miedo. Camino despacio arrastrando los pies. Me siento pesada. 

Cuando estoy lejos de tu casa me detengo. Apenas puedo respirar. Me caigo en la tierra, seca, y el polvo se levanta. 

Me restriego los ojos con las manos sucias y me sacudo la falda, está llena de arena y barro. Me doy cuenta de que he salido descalza y en las plantas de los pies tengo esquirlas clavadas. Me arrebujo en mis propios brazos como si no estuviera sola. Quiero dormir y me vence el sueño, el sopor que me alivia y me sosiega. Me recojo y me quedo dormida así, en medio de los sembrados de almendras donde la tierra está rota y se me clava en los muslos. No me doy cuenta de si ya las ramas tienen flores.

The Alice in nowhere wonderland or Alice never was a princess

Princesas famélicas que se autolesionan.

Matarse de hambre en la cama.

Resecarse sin agua.

Tener frío.

Miedo.

Despertarse al dormirse sin ningún lugar a donde ir.

¿Dónde está el agujero?

I abandoned myself

Me voy a quedar en estos campos labrados para escuchar el sonido del tren. 

Cerca hay agua estancada. 

Escucho el viento seco que trae el campo.

Pienso que no quiero vivir y me pesa el segundo que transcurre desde que tomo aire hasta que lo suelto.

Callada, 

Dethrone

destronada de tus brazos y de tus lugares. Del cobijo de tus hombros anchos. De tus manos de seda que ya no me acariciaban, pero me recuerdan a ti. De tus pies desmadejados y tus huesos pesados e infinitos. De tus caderas estrechas que se suman, de tu cintura. Tu pecho de llanura donde descansar apenas era posible. Tu cuello en mis ojos, el cuello que he mirado discreta tantas veces. Tu risa. Tu cabello travieso que se ajustaba en mis dedos. Tu rostro, tu risa, la risa que caía de tu taza  cuando torpe, yo te llamaba y tú te sobresaltabas y al girarte, se te vertía el té en el suelo de terrazo de la casa.

Destronada.

The wall

Desde aquí puedo aún ver la casa, apenas distingo una figura.

Están construyendo un muro alrededor de la casa, con bloques de hormigón.Veo como suben superpuestos unos sobre otros. Como un telón hacia arriba. Como un puzle que empezábamos por el borde, para terminar en el centro.


...me abandonas.





jueves, 15 de agosto de 2024

Aquí mamá aquí Thiago

Avena, hoy te he visto navegando en tu barco. Estabas solo por primera vez. En los últimos días de tu vida te has vuelto más independiente.

Nosotros te hemos visto alejarte desde la orilla y nos ha inquietado un poco que decidieras viajar solo. Te hemos preguntado y nos has dicho que salías a pescar. 

Tu madre ha guardado su miedo en la boca, apretada y concisa. Nadie quiere evitar que crezcas, aunque a tu alrederor todos miramos hacia otro lado, hacia las espigas, hacia el cielo que avanza, hacia el mar, para que no te pierdas, para que sepas que estamos en la orilla.

Ulises, Avena, y nadie te llama.

Serás un Ulises en tu barba complida, cerrada tal vez. 

Serás un Ulises en tus manos bravas, anchas y fuertes. Tus manos que ya apuntan hacia tu vida.

Tus ojos mirando al mar. Nos has olvidado eternamente ya en el sonido del mar, en la luz rosada de tu barco, en el sabor a sal. 

Yo casi te llamo Avena, casi me lanzo a las olas de la orilla para cogerte. Yo no quiero que te marches Avena, no quiero que juegues con tu barco de papel soñando a la vida. Pero tu madre me siente y me aprieta el brazo muy fuerte, siento su angustia y su bravura. El valor antiguo de soltar la mano del hijo que se marcha. El presagio de la vida. El anticipo de ti que no conocemos.

Y te adentras en el mar, la luz de la tarde te vuelve naranja y dorado. Te brilla tu cabello negro y rígido, el que te anuncia en tu rosa de los vientos y te camina. Tu mirada se posa por un instante en el horizonte, como en un segundo creces y tu barco se aleja un poco más. 

Se me escapa.

- ¡Ulises!- te llamo.

Y se me ahoga la voz en la garganta, ¡Avena! Y se me revuelve tu nombre por dentro y siento rabia y también pesar porque sé que estás creciendo y que no entiendo que se marche la inocencia con la infancia, los sueños de mentira. Como me fui yo Avena. Yo también me fui entre unos versos reales que no empujaban mi barco y yo no quería zarpar Avena, a mí me empujaron y por eso yo Avena amado, solo por eso.

Me doy cuenta de que me he quedado sola en playa, de que ya no te veo aunque te estaba mirando. Siento que mis articulaciones están dormidas y me doy cuenta de que ya es de noche. 

No sé donde están los demás, no me siento sola aunque te hayas ido. Me quedo en la arena y miro al cielo, está oscuro hoy, tú sentirías miedo y me llamarías gritando, tú me cogerías de la mano y me preguntarías si hay piratas y yo te diría que no, pero que los piratas existieron, pero que en este país ya no existen, porque sé que después me ibas a preguntar que qué país es este y yo te lo digo en pequeño, para que tú lo entiendas, te digo que estamos en el país de Galicia y te veo azul mar, ya es la tarde y respiro. Has vuelto. En tu rostro está tu sueño, tu delirio, los pómulos rosados del viento y del salitre. Sé que has navegado, que has regresado, que todo fue así y que te fuiste y yo, aprieto los puños, aprieto los dientes y los rechino y deseo cerrar los ojos así y dormir en blanco y volver a soñar que me coges de la mano y mirar al océano y me preguntas que qué hay al otro lado y yo puedo hacer que no me olvidaste en el sonido del mar ni en el sabor a sal.

Nos llaman desde la baranda, nos habíamos olvidado de nosotros, yo sigo teniendo un nudo en mi garganta y tú mirando al mar. Te agarro de la muñeca y doy un tirón, siento de nuevo la rabia y tu te quejas.

- ¡Avena! ¡Vamos!

Caminamos de la mano, por la playa, nuestros pies se hunden más y más en la arena.

Nos giramos de espaldas al mar y volvemos a casa.