jueves, 15 de agosto de 2024

Aquí mamá aquí Thiago

Avena, hoy te he visto navegando en tu barco. Estabas solo por primera vez. En los últimos días de tu vida te has vuelto más independiente.

Nosotros te hemos visto alejarte desde la orilla y nos ha inquietado un poco que decidieras viajar solo. Te hemos preguntado y nos has dicho que salías a pescar. 

Tu madre ha guardado su miedo en la boca, apretada y concisa. Nadie quiere evitar que crezcas, aunque a tu alrederor todos miramos hacia otro lado, hacia las espigas, hacia el cielo que avanza, hacia el mar, para que no te pierdas, para que sepas que estamos en la orilla.

Ulises, Avena, y nadie te llama.

Serás un Ulises en tu barba complida, cerrada tal vez. 

Serás un Ulises en tus manos bravas, anchas y fuertes. Tus manos que ya apuntan hacia tu vida.

Tus ojos mirando al mar. Nos has olvidado eternamente ya en el sonido del mar, en la luz rosada de tu barco, en el sabor a sal. 

Yo casi te llamo Avena, casi me lanzo a las olas de la orilla para cogerte. Yo no quiero que te marches Avena, no quiero que juegues con tu barco de papel soñando a la vida. Pero tu madre me siente y me aprieta el brazo muy fuerte, siento su angustia y su bravura. El valor antiguo de soltar la mano del hijo que se marcha. El presagio de la vida. El anticipo de ti que no conocemos.

Y te adentras en el mar, la luz de la tarde te vuelve naranja y dorado. Te brilla tu cabello negro y rígido, el que te anuncia en tu rosa de los vientos y te camina. Tu mirada se posa por un instante en el horizonte, como en un segundo creces y tu barco se aleja un poco más. 

Se me escapa.

- ¡Ulises!- te llamo.

Y se me ahoga la voz en la garganta, ¡Avena! Y se me revuelve tu nombre por dentro y siento rabia y también pesar porque sé que estás creciendo y que no entiendo que se marche la inocencia con la infancia, los sueños de mentira. Como me fui yo Avena. Yo también me fui entre unos versos reales que no empujaban mi barco y yo no quería zarpar Avena, a mí me empujaron y por eso yo Avena amado, solo por eso.

Me doy cuenta de que me he quedado sola en playa, de que ya no te veo aunque te estaba mirando. Siento que mis articulaciones están dormidas y me doy cuenta de que ya es de noche. 

No sé donde están los demás, no me siento sola aunque te hayas ido. Me quedo en la arena y miro al cielo, está oscuro hoy, tú sentirías miedo y me llamarías gritando, tú me cogerías de la mano y me preguntarías si hay piratas y yo te diría que no, pero que los piratas existieron, pero que en este país ya no existen, porque sé que después me ibas a preguntar que qué país es este y yo te lo digo en pequeño, para que tú lo entiendas, te digo que estamos en el país de Galicia y te veo azul mar, ya es la tarde y respiro. Has vuelto. En tu rostro está tu sueño, tu delirio, los pómulos rosados del viento y del salitre. Sé que has navegado, que has regresado, que todo fue así y que te fuiste y yo, aprieto los puños, aprieto los dientes y los rechino y deseo cerrar los ojos así y dormir en blanco y volver a soñar que me coges de la mano y mirar al océano y me preguntas que qué hay al otro lado y yo puedo hacer que no me olvidaste en el sonido del mar ni en el sabor a sal.

Nos llaman desde la baranda, nos habíamos olvidado de nosotros, yo sigo teniendo un nudo en mi garganta y tú mirando al mar. Te agarro de la muñeca y doy un tirón, siento de nuevo la rabia y tu te quejas.

- ¡Avena! ¡Vamos!

Caminamos de la mano, por la playa, nuestros pies se hunden más y más en la arena.

Nos giramos de espaldas al mar y volvemos a casa.

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