No llegó a pasear por los recortes de arenisca, el paisaje lunar le helaba la pelvis. Su sueño le paralizaba una y otra vez. Respirar, recordar, retumbar, revolver persistente en los huecos de los huecos a ver si sale algo más, algo de la nada que aquí se hacía lleno.
La casa ha quedado parada en un instante, un pequeño momento
de tiempo antigeométrico, desarticulado e improvisado.
Entonces el regreso, los fuegos artificiales que estallan y
se quedan paralizados en un fotograma instantáneo, un, dos, o menos de tres
segundos. Y todo estaba esperándote, arrinconado y agazapado, abandonado,
traicionado y habitado.
A veces ruge y de pronto guarda silencio, pero te mira y no
es dulce y la radio suena como si fuese ayer por la noche, como ella, que ya no
se deja tocar, que es un reflejo bello, el más bello y ya se ha ido y yo la
recorro con mi mano, absurda y solitaria, mi mano. Porque se ha ido, como se
van las cosas que no pesan, las perecederas, las que caducan, las que no se
pueden apretar aunque cierres los ojos, aunque los aprietes muy fuerte y te
imagines que estás en Londres. Y me encuentro imágenes de mí misma olvidadas
sobre la mesa, dejadas por alguna mano despistada, por algún nadie literario de
mirada torva. Impregnadas por un polvo
de resina sucia, desvencijada, aún estructurada y conversante. Junto a la
ventana, perdida o sola o vacía, segura de que nada, existe. Y tecleo el
teclado y tecleo el teclado y tecleo el teclado en un intento desesperado de
encontrar el sentido de mi vida, y lo encuentro…Byron, Shelly, Colerigde, el
opio, el opio, el opio…y la habitación se intoxica de humo, como mis
pensamientos, que ya no son pensamientos si no sinsentidos desesperados de encontrar
una razón en el paisaje…
El paisaje la importancia del paisaje en la literatura suena
el timbre nunca tenemos tiempo otra vez los ojos de Lucía se humedecen nos
tenemos que ir yo he llevado mi maleta vuelvo a soñar entre las luces de los
fluorescentes el avión las avionetas y las cometas.
Y me desleo en un párrafo equivocado y me lo salto, deshago
unos puntos de mi labor porque me he equivocado, otra vez me he equivocado, la
pereza, la mentira, la tentación de dejar el punto equivocado, pero lo deshago.
Paso la página, siento otra vez el papel en mis dedos, he vuelto a leer, me he
traicionado, me he intoxicado, la habitación se ha llenado de humo. Ya nadie
puede verme, yo no puedo verme, ella no puede verme, la llamo, la gimo, la aúllo,
me froto el lomo contra las paredes, una y otra vez, como me había enseñado, la
espero, la espero interminablemente mientras espero para deshacer el punto, me
imagino dormida, soñando, deshaciendo el punto,
No viene, me ha dicho que no va a venir, que deshaga el
punto, que ventile la habitación, que me desintoxique, que incendie los libros
y la casa y todos los recuerdos apilados, que me destile entre la agua marina,
que me beba la sal, que me hunda, que me deje diluir, que me olvide de flotar y
que cierre los ojos, que los apriete muy fuerte, que aniquile mi mente y yo no
quiero escucharla y cierro los ojos y los aprieto muy fuerte y intento dibujarla
con mi dedo estirado, meticulosamente, para que no se me vuelva a escapar, para
que me lleve de paseo y correr, correr entre las flores con mi sombrero de ala
ancha de caracol, gastado, viejo y decadente, decadente como mis recuerdos y
como yo misma.
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