domingo, 7 de octubre de 2012

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Bandeja de entrada, bandeja de entrada, bandeja de entrada, bandeja de entrada, bandeja de entrada, bandeja de entrada, bandeja de entrada y bandeja de entrada y bandeja de entrada, jodida bandeja de entrada y más bandeja de entrada...como un vómito de letras que se repiten, siento la náusea desde la boca del estómago, siento la puta náusea otra vez retorciéndome el puto intestino. Me rebelo contra la poesía y me lanzo al abismo enmierdado de las palabras prohibidas, de las palabras sin metáforas y me pregunto, ¿qué son las palabras sin metáforas? ¿que son las putas y jodidas palabras sin metáforas? Son  accidentes, como yo, que soy un cuerpo sin metáforas, un cuerpo que no tiene poesía, un cuerpo marcado por cicatrices prestadas, una poesía sin rima y sin poesía que ni siquiera intenta ser poema.
No soy poeta, no soy artista, no sé pintar, no sé caminar, no sé mirar, no sé vivir. 
Obsesiones, obsesiva, obsesión...bandeja de entrada, bandeja de entrada, bandeja de entrada. 
Tengo una arcada, vomito en el teclado de mi ordenador y sigo escribiendo. Los dedos se me mojan y se me llenan de tropezones. El olor ácido sube hasta mi nariz y aspiro, cierro la ventana, cierro la puerta, cierro mi coño y lo pongo todo en la mesita de noche, junto al vaso de agua y el suero. Mi abuela ponía su dentadura en un vaso.
Esta noche voy a cenar una barra de salchichón mientras escucho a Patti Smith y sueño que estoy en Nueva York, que soy feliz, que camino sin peso y que en este jodido mundo aún hay algunos lugares donde puedo respirar.

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