jueves, 23 de enero de 2025


Eres AvEnA y te llamo, el último sonido de mi voz que acaba en tu nombre. Percibo mis labios cerrándose en caída, entrecierro los ojos e imagino que puedo llamarte en el tiempo, que puedo encontrarte, también.

- AvEnA, ven, mira, oye, toma...

Imagino que podría jugar a encontrarte, cada atardecer, recogiendo semillas, cantando nuestras canciones, soñando que volvemos a encontrarnos, abandonar nuestras huellas en la arena de la playa, otoños, otoños otra vez. 

Me he quedado callada. Tú me miras y pronuncias mi nombre, nana, y también tus labios se dejan caer en picado, cerrando en grito el modo en que me nombras. 

tÚ, tú, Tú, AvEnA

Te recuerdo, te invento para imaginarte más, para imaginarte dos veces, tres, infinitas. Para soñar contigo y sentirte en todo. 


Hoy he bajado sola a pasear, estabas dormido y cuando he ido a despertarte para bajar al lago a pescar, he visto la luz de plato en el cielo que siempre te hace gracia. A mí me marea un poco, pero nunca te digo nada para no quitarte la ilusión. La luz de Levante, la de algunos sures, la del norte remoto en verano, plata, blanca, pastel.

No he encontrado las gafas de sol, así que me he puesto mi sombrero y he salido. 

Tú, Avena pequeño que cambias. Te reconozco en el paisaje porque siempre hueles a campo, a semillas, a leche templada. 

Pienso en ti y te veo entre el reflejo que pule este sol extraño hoy. 

Pienso en lo que eres, en lo que serás, no, nunca pienso en quién serás. Estás conmigo, puedo acunarte y besarte y buscarte. 

Te encuentro en mi recuerdo, en las horas respiradas, en los momentos desgastados, en los días y en los días, días, tÚ, AvEna.

Ayer saliste del colegio con una tarjeta que hablaba de ti, de tu dulzura de avena remojada en leche, hablaba de tu sonrisa, de tu carcajada ancha que parte la tarde, generosa, generoso. Venías pensativo y no sabías muy bien qué preguntarme, te quedabas callado y en silencio, mirabas a todos y te despedías, hasta mañana, hasta mañana. 

Se escuchaba el viento y el sonido de algunas hojas cayendo, creo que va a llover Avena. 

No me escuchas, estás ensimismado, el campo esta tarde se te ha quedado pequeño y no quieres correr, te parece que no vas a caber entre los arbustos, yo he decidido no decirte nada. Callamos camino a casa.

Te has entretenido escondiéndote entre las ramas y las flores, te llamo y tú vienes, sin preguntar por qué.



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