domingo, 28 de agosto de 2016

Día 11


Me voy poco a poco, de tu lado, de su lado, de mi lado.
Es el vacío.

¿Dónde está aquí? ¿...allí? En mi vocabulario no había allá, ¿dónde están los recortes de fotos que guardaba? 
Preparo la maleta, todo anda manga por hombro y la lluvia, otra vez la lluvia y mis lágrimas inundando la casa y el viento y el ruido, el sonido brutal de tu voz intentando quebrar mi aliento. Y yo muerta, congelada, estatuada y mirándote, alienada. La boca se me seca de tanto apretarla, las semillas, el moho, los golpes, las paredes rotas y los muebles abarquillados y las lágrimas, ahora también tus lágrimas que me salpican y me abrasan con su ácido y me hieren. 

La bestia ya no me necesita y nadie responde la mis llamadas teléfonicas, estoy sola, estoy en el agua y en la sequía, en el silencio y en la impotencia, en las palabras mudas que me avergüenzan y ya no sé hablar, porque el monstruo ya no me interroga y yo solo he sabido responder cuando me preguntaban y él, está mudo detrás de la puerta y tú, ya no estás, ya no abres la puerta, ya no me hablas ni me dañas ni me escupes en la ducha con tus verbos inconexos. 
Yo trato de huir, pero cada vez que salgo de casa siempre recorro el mismo camino que me lleva de vuelta a la puerta y no importa si voy en bicicleta, siempre es lo mismo, aunque el recorrido sea más largo otra vez vuelvo a la casa, lo mismo el metro y el autobús y el tren eléctrico y el overground

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