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jueves, 28 de junio de 2012

Arrasada


Un ácido corrosivo ha goteado por mi interior, las riadas de líquido han dejado rastros de piel en carne viva que pujan entre el ruido por reconstruirse. Demasiado disolvente. 
Me mezclo desde mi afonía con los sonidos de la vida y, sonrío en el silencio de mi alma, como por complacer. No sale sonido. Estoy muda. Desde mi lejanía, no veo mi corporeidad. He perdido la forma y el fluido vital. El ácido corrosivo se lo ha llevado todo. 
Me duelen los huesos de dormir en el suelo, tal vez, en un esfuerzo último por el mitosacrificio. Me pulo en la destrucción de deshacerme como un jersey. Antes era la madeja, ahora destejo y enredo, porque ya no existe el orden lógico aprendido en aquella escuela de monjas donde mi símbolo, era una cafetera. 
Miro atrás y me veo así, como en la mesa ritual, desgajando mi cuerpo para ser ofrenda de la nada. Abrí mi sangre a tu silencio y callé. Tan solo por la sumisión de diluirme. Eras nada y yo construí mi desaparición, el inconsciente desprendimiento de mi tierra. 
Volé...vuelo aún...la nada es ahora mi espacio. Espacio en construcción, espacio en espera...Space Odissey...tarareo infinitamente la canción de Bowie por...si acaso.
He sentido como me dolía el cuerpo de deseo.


Me marcho en busca de un verano sin verano donde la lluvia ácida de la contaminación me encuentre arrasada y me escuche. Caminaré sin playa y, sin ti. No mirare al mar que siempre me empujaba en el rostro con su rugido. No conversaré con los paisanos de las huertas futuras. No comeré el latido de la madre naturaleza. El verano queda en casa, se cubre bajo las mantas de arena salada y deja un hueco leve, dialogante, cargado...por si vuelvo a tiempo.
(sssssssssshhhhhhhhhhhhh, rrrrrrrrrggggggg, zas, pum...)

sábado, 2 de junio de 2012

Sobresaltos


Brújulas de papel mojado que afilan silencios de espuma sonora, venid a mí, me guardan los nidos de los pájaros y me conforman los ruidos del verano, ¿el verano? Las estaciones se han suicidado y ya solo se disfrazan de sí mismas sin comprender la temperatura. La lluvia envuelve mi cuerpo y lo limpia sin jabón, pero yo recuerdo la sal del Atlántico. 
Hasta mi ventana sube una estructura de límites improvisados que quieren ser andamio. Cierro los ojos porque no quiero levantarme y cerrar la ventana, pero la construcción improvisada sigue ascendiendo. Me pregunto, si llega a la ventana de mi vecino de arriba...Me consuela saber que lo que no tiene estaciones, pasa de desapercibido. Preferiría que no se despertase, pero el sonido chirriante del ascenso, resuena en el patio como diez tendederos desesperados. 
Aprieto los puños y dejo de respirar, esta noche el aire suena a gritos furiosos y sé que no voy a poder dormir. Voy a meterme dentro de la funda de la almohada y a cerrar los ojos, para sentir otra noche la huida hacia lo pequeño, el escondite.
El corazón se agita, los presagios de aluminio horadan y retumban. Las palabras caídas cuelgan por la estructura como en un móvil imposible que hace equilibrios en la noche. 

miércoles, 25 de abril de 2012

Los principitos comen gusanitos


Como una Eurídice estéril, he descendido desde los infiernos a un cielo de azufre, he rebuscado entre mis ruinas pasadas donde yo no existía y me he encontrado rota, ajada, desgastada de agujas sin enebrar. He mirado hacia el sol para buscar el agujero que me sacase de donde no sé por qué me empeñaba en salir. He mirado al final y no quería moverme, iba...la movilidad inmóvil del no saber por qué vas.
Salida.
Afuera todo es igual, sin embargo las flores compiten por el color, la hierba aspira a la humedad, el árbol expira el oxígeno de matar, veo y no me interesa. Salgo hacia más, pero todo es igual.
Entre el remoto castillo derruido, un principito come gusanitos absurdos entre sus manos desiertas, entre sus manos pálidas sin vida, entre sus dedos desmigados de grasa animal, artificial. Un principito come gusanitos para pasar los minutos y las horas y los días indiferentes, ineficaces, invisibles. Un principito que no quiere viajar, que no busca planetas de habitantes imposibles, un principito que camina ciego como un animal enjaulado, que mira al suelo y escupe el papel de plástico de la bolsa de gusanitos que le repoblaba el bolsillo de un pantalón estéril.

miércoles, 11 de abril de 2012

Con la mano extendida



PASADO
Con la mano extendida miraba al mar. Allí la vi. Estaba desnuda, bueno, tan solo la cubría una fina tela de gasa violeta. Sus ojos estaban detenidos en la palma de su mano y, sonreía. Pensaba feliz y creía en la fuerza del viento. Observaba las líneas de sus manos con descuido y a veces, hasta olvidaba qué la había traído allí. Tenía la cara llena de sol y el cuenco liso que formaba su mano extendida, comenzaba a llenarse. Respiraba, su cuerpo se hacía ligero. Todo eso vi. Parecía que iba a ascender, sin embargo no era posible. Ella era una mujer de carne y hueso y yo...cómo podía ni siquiera creer por un instante...Pero era tan extraño. Estaba ahí inmóvil, con la mirada fija en un molino de viento. Tuve la tentación de acercarme y preguntarle qué miraba, incluso deseé de pronto moverla con violencia para que saliera de su estatismo. Sin embargo su fuerza era mayor que mi deseo, me resultaba imposible tocarla. Entonces me marché, el deseo me ahogaba y no soportaba seguir allí. ¿Qué pensaba?


Yo sé qué pensaba. Podía leer su pensamiento. Estuve detrás del caballero que acaba de hablar y pude entender todo lo que decía en el teclado de su frente. Podía casi leerlo. 


- ¡Vuela! ¡Vuela molino de viento! Tienes en tus pestañas de algodón el color de la cebada en primavera, sin embargo tu peso es menor. Eres ligero y sabes esperar. Yo te miro bailar en la palma de mi mano quieta, mi mano enamorada, mi mano delirante que te ve haciendo equilibrios. Te miro con amor y deseo que vueles, que dances, que te balancees. Y el viento, ¿dónde se ha ido? Hace un rato pasaba por aquí y estuve conversando con él. Estábamos de acuerdo y ahora me deja contigo en la mano un rato más. Juego sin moverme, ni siquiera cierro los ojos. Me salgo de mi misma para sobrevolarte molino de viento, para remover ligeramente el aire a tu alrededor y danzarte. 
¡Vuela! o ¡baila! o ¡quédate! 


Y seguía sonriendo, jugando desde lo estático, danzando desde el alma, cantando sin voz en una orquesta de serpentinas musicales. Llegó un golpe de viento y se llevó el molino de viento. La mano quedó vacía y ella se extasiaba mirando al horizonte, allí giraba el molino que hacía un instante se había detenido en la palma de su mano. Lo veía volar apoyada en la baranda de madera del paseo.
Sonríe.




PRESENTE
Si este texto lo hubiese escrito en el agua del mar, habría sido más honesto. Aquí, en el asfalto, las palabras de lo marino se vuelven mentiras en mis labios, que caen avergonzados por la pendiente de mi barbilla. Sin embargo, mi mano sigue extendida y mi mirada fija en el molino de viento. Y aunque en estos días que parecen meses, de densos y de extensos en su propia brevedad, me cuesta sonreír al horizonte enmolinado, aprieto mi mano hacia afuera para retener un poco más en mi memoria la sonrisa del agua salada, la libertad de estar en la baranda de madera y aferrarse a lo hermoso.