conpalabras
Entra en casa, la madeja se enreda por las estanterías y enredará tus tobillos.
En la puerta de mi habitación el viento vuela mis textos.
martes, 5 de julio de 2022
La playa y el hueco del tiempo
martes, 14 de diciembre de 2021
ACTA 4
cuando me he acercado a la mesa antes para escribir he pensado que escribir un monólogo es como masturbarse
autocomtemplación
hoy no voy a escribir a mis lectores no tengo nada para ellos escribir hoy es un acto simbólico de continuidad una puesta en escena hoy
vacía
hoy me leo
Meleo
jueves, 14 de octubre de 2021
ACTA 3
martes, 5 de octubre de 2021
ACTA 2
Hace 2 semanas que no retomo la tarea, digamos que, he estado enferma.
(Se disculpa y continúa escribiendo).
Hoy, peor que el último martes, me he aproximado a este caos de dientes afilados como de mandíbula de colmillos.
He vuelto a sentir, aunque un poco menos, la misma sensación de no saber por dónde entrar, ¿cómo construir?
Casi no recuerdo cómo lo he conseguido, pero he entrado.
Creo que la llave siempre es la confianza en mi paciencia y saber que está ahí y que yo solo tengo que leerlo.
Hoy he vuelto a sacar el material y a conectar el disco duro. Esto último, el momento en el que se despliega el menú con los archivos y encuentro enseguida el que dice MONÓLOGO, es lo que más me impresiona cada vez.
Rescatar.
Ordenar.
Limpiar.
Leerme.
Y aquí me he acordado de vosotros, lectores, y de Sinpalabras, el alumno con quien tuve sexo cuando yo tenía 43 años y que me inspiró a escribir hermosos textos... Melees.
¡Dios mío! ¡Cuánto material! Me impresiona la cantidad y también el contenido. Imposible resistirse. Voy a escribir el MONÓLOGO y también voy a representarlo. Hay emociones, vivencias, enajenaciones, recuerdos, estructura, imágenes y texto.
Reescribirme.
volver a tener 43 teniendo 52, casi una década más, y no ser la misma pero llevar todo dentro.
¿Cuál es el relato de la vida cuando esta no suena?
¿Dónde está el pasado que sigue presente?
¿De qué tonterías hablamos en nuestro discurso diario de ficción, olvidándonos de buscar lo que no nos dimos cuenta de que habíamos perdido?
Hoy he reescrito el PRÓLOGO, lo he estructurado y temporizado, 15 minutos.
El próximo día tendré el primer ensayo y continuaré con la lista de tareas.
miércoles, 15 de septiembre de 2021
ACTA 1
Hoy he comenzado a escribir.
No sé en qué momento empecé a sentir el Yermo, a habitarlo o a ser habitada. Pienso que fue ahora, después de la pandemia, ahora que todo vuelve a ser como antes o como ahora, normal, vacío, plano...no lo sé.
La falla---London---la rabia---la pandemia---
No sé qué voy a hacer, qué va a salir ni qué formato tendrá. No sé en este caso qué final-idad, pero necesito crear algo, hacer y crear. Necesito entrar en un proceso artístico.
Los días se me empiezan a repetir en las bellas y pequeñas cosas, un lugar concreto donde habita la bella y pequeña felicidad, y no la infravaloro. Tal vez sea que me cerca demasiado lo ordinario, lo vacío que me vacía.
Hoy he comenzado por donde lo dejé, han pasado muchos años, 12 guiones, ------------.
Hoy llovía, ¡qué suerte he tenido!
Hoy es el día 1. Me he quedado en casa para escribir.
He sacado todo el material que viajó en mi maleta durante años y que acabó habitando de nuevo mi casa, lo mismo que yo.
Cuadernos, libros, documentos en mi ordenador y un boceto.
Buscar un material antiguo te obliga a ver de nuevo aquella película que tanto te impresionó y que nuevamente te impresiona. Por eso he sentido miedo.
He abierto el cuaderno de anotar como cuando abrí de nuevo mi blog hace 1 año. He sentido el mismo miedo y las mismas ganas de huir de mí. He limpiado el polvo de los libros que compré para encontrar información y escribir este monólogo y que nunca abrí.
He conectado el disco duro. Ha sido curioso porque lejos de emocionarme en un principio y querer huir, he pasado horas buscando tanto material que escribí en Londres en 2012, no lo encontraba y he buscado obsesivamente por todas las carpetas. Ha pasado tanto tiempo que ya no estaba segura de si lo había escrito, pero miraba una y otra vez todo lo que estaba tachado en el cuaderno y tenía grabada en mi cabeza la imagen de una fotografía de Cindy Sherman, Mujer frente al teléfono. Esto ha sido lo que ha hecho que siguiese buscando obsesivamente, abriendo y cerrando carpetas varias veces y preguntando a mi disco duro si me podía por favor encontrar monólogo, Olga, olga... Algo ha debido cambiar sin que yo fuera consciente y finalmente ha aparecido. No he sentido miedo ni ganas de huir después de tanto buscar en los archivos. Ha sido muy emocionante ver y sobreleer lo que hay escrito. Me ha sorprendido cuánto hay hecho en el boceto.
Desde que todo esto empezó a girar en mi cabeza no sabía qué iba a hacer, solo que quería escribir. Pero voy a continuar aquello, aunque ya no sé qué será. Se trata de coser y de escribir, aquí, en mi casa, yo sola.
Me preguntaba si la creatividad llega antes del Yermo o durante o si simplemente llega al comenzar a escribir.
Recuerdo que en 2012, antes de irme a Londres, apenas dormía, me quedaba escribiendo el blog hasta muy tarde.
Voy a escribir cada martes, por la tarde, en mi casa, sola, con el teléfono desconectado y sin pensar en comer, cocinar o en acostarme a las 11. Cada martes al terminar escribiré un acta del proceso y la enviaré a mis lectores. Necesito creer que me están leyendo.
domingo, 1 de agosto de 2021
Filomena
Va a nevar, nieva, nevó y nevó y nevó y siguió nevando durante días y la ciudad se cubrió de nieve y de hielo y no pudimos salir otra vez de nuestras casas.
Yo, como sabes que me gustan tanto las aventuras, sí salí.
Quería quedarme en casa, me parecía perfecto quedarme en casa, me quedé en casa, con los gatos, pero al día siguiente... cuando me desperté y me asomé a la ventana...
Todo estaba cubierto de nieve, las calles, las casas, los árboles, los bancos. Colgaban carámbanos de los tejados de las casas y la luz era blanca, era gris, era mate.
El frío, era diferente a nunca, era frío, subía desde el suelo y se pegaba a las mejillas coloreándolas de rojo.
Desde la radío se recomendaba no salir a calle.
Eran aún los días de pandemia Avena y cualquier encuentro sorprendente era peligroso. En aquellos días, no se podía compartir ni expresar el amor, no se podía besar ni abrazar y todos teníamos nuestras caras cubiertas por una mascarilla. Solamente se veían nuestros ojos por encima. En aquellos días era mejor hacer nada, y sin embargo había nevado, era la nevada más inmensa que nadie había visto antes, nadie de los vivos.
La nieve Avena, tú aún no entiendes, es tan hermosa. La nieve es sorprendente y tan blanca que cambia los colores, la nieve te da calor y te da ganas.
Cogí el teléfono y llamé a mamá, ¿quién si no? ¿qué persona en esta ciudad hubiera dicho sí?
Organizamos todo rápidamente, el frío, la luz, el hielo y nos encontramos.
Nada era conocido y todo, era bello. El ruido había parado, de nuevo, estábamos entonces acostumbrados a los sonidos de la vida. Se escuchaban los copos cayendo sobre la nieve y los pasos sobre nuestras botas, se escuchaba la admiración de los sorprendidos.
Hicimos el ángel, fotos, caminamos, dimos la vuelta, tocamos la nieve y nos miramos las mejillas, rojas y vivas, como estufas manteniendo el calor del hogar.
Fue así Avena, tú lo viste apenas, lo entendiste apenas en aquel 9 de enero de 2021, el año en el que todos nos llenamos de esperanza y espera de que todo sería mejor, de que no pasaría nada extraño que nos volviera a meter en casa y nos impidiera estar juntos, el año en el que todos soñábamos con que terminaría la pandemia y volveríamos a nuestras casas de siempre, con nuestros rostros de siempre y nuestras cosas, esas cosas Avena, que a veces quedan en las superficies y que tanto nos acompañan sin saber.
Primeros Pasos
No recuerdo bien la fecha, debí apuntarlo, lo siento Avena. Creo que aún no era invierno.
Habíamos salido los tres y nos entró hambre, mamá se había ido un momento y nosotros nos sentamos a esperarla en la mesa de la cafetería.
Ya en esos días te ponías de pie. Fue un maravilloso descubrimiento. Aprendimos a ver en línea recta, podíamos encontrar objetos en la superficie, cosas que se quedan esperando, como nosotros ahora a mamá. Cosas inimaginables para ti, cotidianas para nosotras, repetidas y guardadas tantas veces, para volver de nuevo a veces invisibles. Nunca invisibles a tus ojos.
Estabas apoyado en mis piernas, en esos días necesitabas siempre apoyo, en ese modo tuyo, imperceptible para ti y constante para nosotras.
¿Qué viste Avena que te invitó a desprenderte?
Empezaste a escurrirte entre mis piernas hacía adelante, te alejabas y me mirabas ilusionado, me decías con tus ojos que iba a pasar algo, que lo que hacías iba ser tu primera vez. Me mirabas cantando y riendo, me mirabas sin decir, porque aún no hablabas con palabras y yo no sabía lo que estaba pasando, pero te escurrías y yo te dejaba, no podía soltarte Avena, porque si te soltaba te caías, porque en esos días, tú aún no sabías andar.
No quería interrumpirte, sentí algo mágico, no sabía y te dejé, te seguí. Empecé a estirar mis piernas en una postura ridícula, a levantarlas del suelo para hacerte un pasillo.
¡Estabas andando!
Yo alargaba mis piernas sentada en mi silla y tú caminabas agarrado ahora a mis rodillas y te reías, te reías alto y con tu pequeña boca abierta para que saliera la alegría, la destreza, la ilusión de vivir querido y pequeño Avena.
Llegaste al final del corredor, agarraste mis tobillos y me miraste, supe que ya no ibas a pararte. Tal vez por ese modo tuyo imperceptible, para no sentir el apoyo.
Tu mano tocó el aire, mamá llegaba, las dos rompimos a reír a carcajadas para celebrar tus pasos y tú reías otra vez, en ese torrente sonoro que es tu risa, una risa tallada, como de antaño, como de vida antigua
.