La
Isla Grande
Te
recorro con mis ojos, como te bebía con la espalda recorriéndote en mi
bicicleta. Te he besado los rincones mugrientos de tu amplitud prostituida. Te
he lamido las manchas, las inmensidades, el frío y la noche. Una noche que se
alarga y otra que se estrechaba.
Te he
amado, te he poseído y me has poseído. Nos hemos besado, nos hemos encontrado y nos hemos
desencontrado. Nos hemos perdido.
Femenina,
mojada, llovida entre mis manos y mis besos. Pierdo presión, pierdo altura,
pierdo condiciones y caígo al vacío.
¡Ítaca! Te llamo. Pero la tierra no canta, la tierra está muda,
sin habla.
Suplico
al viento y te lleva.
Gimo
tu palabra y se diluye.
El
agua...más agua...la lluvia y el mar y las salpicadas en mis labios y tu
también gimes o lloras o me evitas.
¡Ítaca!
¡Ítaca! ¡Ítaca!
Timón
y brújula. Calor en el invierno y sol en las ventanas. Las comisuras de la nave
donde me esperabas. Penélope no está, inútil llamarla. Nunca fue mujer, nunca
se rindió entre mis caricias. Penélope estéril, Penélope frígida, Penélope
muda. Muda como la tierra sin sonido, la tierra de Ítaca que no me habla.
Me
siento afligido.
Otra
noche más entre las olas.
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