llegaste una noche de lluvia que precedió a una noche de temperatura
indiferente y de un cielo ni siquiera raso. una noche de dolor y de miedo. no
te esperábamos, tan solo estábamos nosotras, tu madre y yo, tu madre y su
dolor, tu madre y mi miedo. tu madre ya madre y tú dentro, dormido, tranquilo,
seguro. tú no podías saber entonces qué era el encogimiento.
cansancio, entrevela, susurros
y la luz eléctrica en el pasillo.
Avena, hay tantas preguntas
sin respuesta en las noches de los alumbramientos.
aquella noche había luna, yo
luego salí a la noche y la vi, era llena, estoy segura, era fría, gélida y
seca como la noche, sin viento, una noche de cielo raso, aire, frío y
silencio.
sí, sí Avena, tuve miedo
cuando tú no sabías que era el miedo, sola, yo sola y desorientada. os fuisteis
sobre ruedas saltando por entre el latido de vuestros corazones, salisteis sin
orden, sin concierto, entre el ruido de los recodos de los azulejos y de las
paredes amarillas.
era 20 de noviembre de 2019 y llovía y no dejó de
llover durante días, probablemente los mismos días que estuvisteis en el
hospital, creo que en total fueron 10. me preguntas si salió el sol Avena, sí,
un poco, era un sol de acuarela, un sol de hospital que no calentaba, como un
sol eléctrico que alumbrara en el pasillo.
espera espero pasillo y confusión, como un
desierto, como un páramo, como un solar infinito sin ciudad y yo con todas mis
manos cargadas de abrigos y con mis brazos y codos sujetando esos abrigos e
intentando agarrar objetos pesados con unas manos que habían olvidado como asir
y pasillo y nada y nada que se moviera y alguien salió y me habló y yo la seguí
y llevaba mis abrigos como un ser invisible que hubiese aparecido allí sin
identidad, sin sentido, y unos oídos que no podían escuchar, yo no entendía qué
ella me decía...pasillo, hall, pasillo, calcetines diminutos colgados en el
techo, azul y verde y bonito y el pequeño hall y la cápsula y la luz y la
actividad, hacedores imparables que mueven la vida, la respiración de la noche
de la cápsula y entonces te vi Avena, te vi en tu cápsula astronáutica, tú
solo, con la tela verde enrollada alrededor de tu pequeña cabeza, con tus ojos
tan abiertos, mirándome, mirándome y ya preguntando y confirmando y con tus
manos de pez y tu color de plata, nadabas en el aire.
yo no sabía quién eras, pero lo supe después Avena,
lo supe entre los coches.
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