He perdido la memoria, la verdad, no sé cuánto tiempo ha transcurrido, varios días tal vez, quizás ocho. Son muchos, no es posible que haya perdido hasta tal punto la noción del tiempo. Es lo que pasa con los sueños, resulta que cuando quieres darte cuenta has pasado ya varios años de tu vida y sin embargo, sí, algunas mañanas, has envejecido.
De pronto pasé bajo el puente que me conduce a casa, el tren sonaba demasiado fuerte y caían más gotas que de costumbre. No había parado de llover y nadie caminaba por la calle. Todos se habían quedado en Hackney Central, por la lluvia. Resulta que hoy, todos, habían olvidado en casa sus paraguas. Yo nunca lo llevo porque aún no siento la lluvia.
Me he dado cuenta de que no me queda pan, y la leche se ha agriado en la pequeña nevera. Cuando he desayunado, las tostadas me sabían a dulce de leche hervida. ¡Qué pena!, he pensado, a mí no me gusta el dulce de leche.
No recuerdo el nombre de las calles, pero la boca se me llena de comida sin masticar. Otra vez han vuelto a dejar el pan mal cocido. Mañana no pienso comprar en esa panadería, mejor me voy a la de la esquina. Allí el pan es industrial, pero el dependiente siempre me coge el monedero para que no me confunda con las vueltas.
En los días de la lluvia no he podido pasear. Me he quedado diez días en cama y, tal vez por la fiebre tan alta que he tenido, a ambos lados de mi sofá desfilaban las calles de Londres. Me mareaba un poco, es cierto, como cuando era pequeña y la boca me sabía a tiza.
Empiezo de nuevo. Realmente no escribo demasiado deprisa.
En mi cabeza las palabras luchan a muerte, en mi cabeza los pensamientos son demasiado independientes para poder soportarlos. En mi cabeza se está produciendo una mudanza, y el camión tiene prisa, por eso nos ha dejado todos los muebles en la acera. Ahora nos miramos absurdos, sin saber qué hacer.
Ya no recuerdo mi casa.
- Ulises, al teléfono. Mejor cógelo arriba, nosotros estamos cenando y no nos gusta que nos molestes con tus cantos.
Ulises se ha ido bajo el hueco de la escalera y habla libre, concretando en cada fonema el gesto respirado.
Ulises responde sin saber, absurdo, como siempre, arruinado, como siempre, enfermo. Ahora siempre está enfermo, justo ahora que sus hijos ya no lo visitan.
La verdad es que no creo que tengamos problemas con el gas.
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