Es la primera vez que escribo en el blog de día, es curioso, será por lo del paréntesis, igual es porque me estoy desintegrando o mejor descomponiendo o pudriéndome como la basura de mi pequeño cubo azul. Todo orgánico, ¿cómo yo? Diría que sí por aquello de la carne pero no lo creo. La mente no es orgánica, está absolutamente adulterada y contaminada, es un centro de pensamientos transgénicos que apestan. Quisiera no pensar más, la verdad es que en los últimos cinco meses he pensado menos que en toda mi vida y sin embargo he hecho más cosas que nunca. Tal vez me estoy volviendo más orgánica, por eso será que apesto y me enmohezco como mi basura inglesa. Llevo todo el día en pijama para contradecir a la noche, he vuelto a dormir con el chandal, me meto en la cama con ropa para olvidar que es de noche, que estoy durmiendo y que mi cuerpo horizontal no puede saltar y ser torpe.
Desde que he venido aquí me acosan las pesadillas y por lo que veo, ahora la literalidad me atufa también el blog. Realmente el hedor es tan insoportable que no soporto esta cuquicocina. Voy un momento a taparme la nariz.
Ahora que recuerdo, esta noche he soñado que bajaba a por leche otra vez y que de pronto me avergonzaba por mi pijama, era de noche y yo estaba en la tienda, he intentado disculparme con el tendero que siempre me coge el monedero para que no me confunda con el cambio y me ha dicho que no me preocupe, que es de día, que solo me cuide un poco más, que estar tan despistada y bajar por la mañana a por la leche en pijama no puede ser bueno. Me ha preguntado si estoy estresada, si tengo mucho trabajo, si tengo problemas económicos. Yo le he dicho que no, que estaba bien, que solo sufro ataques epilépticos y mientras se lo decía, me tocaba entre las piernas, por si me había hecho pis...no sé. Entonces he subido a casa, era de día y no me acordaba de cuál era la puerta, estaba a punto de saltar al jardín desde mi cuarto piso, cuando el vecino de la bicicleta que antes me encontraba todo el tiempo, me ha salvado, según él, de no caerme por el balcón.
Estoy preocupada, porque ayer estuve tres horas gritándole a la pared, hoy me duele la garganta y apenas puedo hablar. Tengo vergüenza de que mis vecinos se den cuenta, de que hayan descubierto que algunos días el monstruo viene a visitarme.
Intento disimular el olor, ayer compré en Camdem incienso del que me gusta, pero no me ha dado tiempo aún a ponerlo.
Cuando viene el monstruo tenemos sexo bestial, repugnante y doloroso. Cuando viene el monstruo me viola en la regadera y me atormenta con su piel de barro hedienta que se cuela en mi vagina. Cuando el monstruo viene solo quiere tomarme y babearme y yo no puedo hablar, porque me acuerdo de la lámpara y siempre tengo miedo del cable.
Esta noche ha venido el monstruo, me estaba cambiando de ropa, porque me he dado cuenta de que era de día, de que había bajado a por leche en pijama, de que tengo que tener cuidado con el balcón y de que no he comido desde ayer por la tarde. Entonces, me he dado cuenta de que he dormido con el monstruo, tengo todo el cuerpo lleno de mierda.
Voy a llamar a mi vecina turca, ojalá me invite a un té en su alfombra y le pueda convencer de que yo nunca he estado en el Atlántico.
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