miércoles, 30 de octubre de 2013

...martes...multitud


Hay veces que la necesidad de escribir se convierte en un vómito o en un aullido, yo ya lo sabía. Pero el aullido se vuelve hiel cuando no puede salir en forma de bocanada rabiosa o de mariposa bocetada. Y ahí estás, con toda la bilis encajada en tus encías, empujando, intentando hacer entender a todos que es una necesidad imperiosa. Pero la boca no se abre y no hay salida y cuando no hay salida, se vuelve de nuevo hacia atrás, absurdamente hacia atrás y hacia atrás no es retroceder ni cambiar ni siquiera renegar, hacia atrás es, no vomitar. Es tan solo volver para atrás lo que venía empujando, dejar que la bilis recorra el camino de retorno y que vuelva a algún lugar, porque tú te has quedado con las ganas y te das cuenta entonces de que vomitar no era nada especial y de que podrías vivir aguantándote las ganas, más de lo que pensabas, pero también sabes que si eres honesta contigo misma, no podrías resistir eternamente, no podrías aguantar el vómito por mucho tiempo. Es igual hacia adelante o hacia atrás, simplemente no podrías.
Y pasan algunos días, y te preguntas de nuevo por qué has vuelto a perder el camino desde la cama al cuarto de baño, te preguntas por primera vez cómo es posible olvidar algo que ya creías saber de memoria o que sabías de memoria, pero no. 
Entonces empiezas a pensar donde podrás arreglarte y te acuerdas de la biblioteca y la añoras y entonces parece que ya tienes pasado, que eres algo y que te pareces a todos los que ves por la ventana, a los que van a trabajar o vienen de comprar leche o llevan el periódico en la mano o el paraguas o esperan el autobús, como Ella. Y tú te quedas en el pasillo, mirando todas las manchas de humedad que han quedado impresas en las paredes y todavía escuchas el sonido del agua goteando en la cocina y no te atreves a encender la luz, porque es demasiado brillante y ya no hace gracia.
Y vuelves a soñar y vuelves a soñar y vuelves a soñar...y te acuerdas de cuando te sentabas en el balcón. 
Y hace frío otra vez. 
Y cada noche lo mismo otra vez. 
El aeropuerto, la maleta, María que a veces es otra vez pequeña y mamá y papá que me miran sin resentimiento y el aeropuerto, cada día diferente pero siempre un aeropuerto y el tiempo y el reloj y la prisa porque no puedo olvidarme de que tengo que llegar a tiempo, porque el avión despega y yo ya no me puedo arrepentir ya no puedo pensar y a veces voy con Ella, pero no siempre. Cada noche, cada noche, cada noche...eternamente y sin pasado, cada noche, cada noche...
Y se convierte en algo cotidiano soñar cada noche con que te vas de España y es ya una rutina despedirte cada noche y podría ser ya un hábito de vida o tal vez mi pasado en la Isla, pero el caso es que es tan solo un sueño, un sueño nocturno que se repite incesantemente, insaciablemente, incansablemente, implacablemente...
Sola, muda.
A mi alrededor el sonido aumenta, ruge, crece, se enrabieta y yo sigo golpeando el teclado, con la luz blanca de la pantalla que me delata y tal vez nadie me mira y tal vez...multitud.

No hay comentarios: