domingo, 22 de diciembre de 2013

Silencios


Esta mañana tenía frío, puse tanto empeño ayer en deshojarme las metáforas que me quedé desnuda. Hoy también hacía frío, en Madrid el viento sopla sin piedad de la epidermis y te asurca el rostro.
Sigo teniendo frío, el maldito frío que se me incrustó desde que perdí peso. Tengo frío otra vez y otra vez y otra vez y de una a otra se desdibuja el límite del tiempo y se vuelve una constante. 
Problemas de física, fórmulas químicas. En la habitación hay una lluvia de números silvestres, de recuerdos de los que renegabas cuando ibas al colegio. Problemas, la tabla periódica, los dibujos planos que explican el movimiento del universo, la ley de la gravedad o el presente perfecto simple, del que ahora también reniego, porque es como una fórmula matemática, como un absurdo estúpido que quiere tener razón, que opina que el tiempo tiene una explicación única y que todos pensamos igual. 
No hay presente perfecto, por qué iba a haberlo y si lo hubiese, por qué acotarlo en una fórmula lingüística. Todo son abstracciones estupefactas, ellas no tienen esencia, ni ser, ni voz siquiera.
Y yo...ando sola, paso a paso, todo ahora me resulta familiar, y sin embargo, sobrevuelo. Mi respiración ahora ha cambiado y ya solo la siento cuando estoy en la cama, allí se hace pesada, se agita y acecha a los sueños, a las pesadillas, a las noches espesas que ya no son yo, las noches pobladas de seres sin piedad, como el viento de Madrid.
He pasado los dos últimos días bailando, he bailado con extraños, con conocidos, con caras que me sonaban. No he necesitado apenas hablar en castellano, he sudado, he perdido mi ropa, he estado sola, acompañada de los danzantes, de sus figuras compactas y organizadas, de sus sonidos hedonistas, cercanos al orgasmo o en el clímax incluso. Me sumerjo, me confundo, respiro en babas o en gotas de sudor, me olvido de todos, y mis pies aún, pierden más referentes. 
Gravedad, soy como un globo de papel pinocho, soy como una flauta de rocío, soy como el humo de la hierba mojada, soy de pino y de sal, de cereza caída, de la brisa de la mañana, de la nada también y del vacío y del viento que no puede con las hojas de este otoño. 
Días de infancia que se agazapan mojados bajo las capas que cubren los parques, nada es visible pero hoy, ya no es otoño.

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