Sopa de avena para cenar
dabas a tus caballos
Avena, era de noche y tú, incesante en la cocina, afanado en ti, como es tu hábito cuando soledas, cuando los demás te admiramos y miramos y te olvidamos y entonces, iniciamos conversaciones de las que mueren al comenzar y en ese breve instante aparecen las líneas que entonces nos desunen y de pronto huele a sopa, sopa de avena para tus caballos, los llamas y vuelven a casa antes de que termine la noche, antes de que tú también te duermas.
Nosotros callamos y sonreímos a tu espalda, como para que no veas que deseamos imitarte, porque sentimos pudor de estarte mirando sin hablar, de perder el hilo de las conversaciones, de deternenos parando el momento en ti, otra vez.
Resuena la noche, bostezas sin sueño, no quieres cerrar los ojos, miras a la luna y pronuncias su nombre entre medias risas, buscas nuestra mirada para que te aprobemos e invitemos, para que tal vez te imitemos.
Te duermes.
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