No quiero pensar en el calendario, realmente me angustia la idea de irme, porque no quiero irme, porque me quiero quedar a vivir aquí, porque aquí, aunque no salga el sol, me sobra el espacio.
Hoy es la primera vez que he sentido una infinita alegría al ver el sol, aproximadamente han sido 15 minutos, suficiente para ser consciente. Es curioso, ha tenido más capacidad el sol para hacerme consciente que nada en estos días. Sí, porque no pienso apenas, I come just me. Incluso creo que pierdo cosas, me olvido de lo que me había propuesto y no consigo ajustar la lógica a este cerebro prestado. Tal vez sea por lo de los idiomas, verdaderamente creo que mezclar las lenguas es entrar en la dislexia, aunque siempre he pensado que yo la sufría, sin embargo solo me ha servido los primeros días para librarme de morir atropellada. Desde que hablé con la niña pelirroja he sufrido tres o cuatro momentos de infarto, me refiero al conductor, aunque tengo que decir que su cara era como si nada, yo, con mi look suicida que me colgué en los días bestias, me río de los pasos de cebra y de los night bus a pesar de que Blogopausas se desquicie en España.
Hoy me he topado con el río, estaba cubierto de bombillas y no se podía diferenciar el agua. Como las bombillas estaban encendidas toda el agua se ha electrocutado y las pequeñas olitas han convulsionado varias veces. Como me suele ocurrir, nadie ha visto nada, ni siquiera la niña de Pakistán, aunque ella solo, por un momento a entrecerrado sus ojos como si hubiese notado algo, pero luego ha vuelto a masticar su burrito y ha mirado por la ventana del autobús. Yo he tenido ganas de subirme al piso de arriba, como siempre, y saltar por la ventana y nadar volando como en mis sueños. Se me ha ocurrido que podría cruzar el río sin mirar a ningún lado por esta vez.
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