martes, 12 de noviembre de 2013

...martes...la vida aburrida...


La verdad es que a mí si me lo llegan a decir no me lo creo, si es cierto que me dijeron de todo, sin embargo nadie me dijo que me aburriría. Pues sí, la verdad es que vivir en Londres puede llegar a ser tan apático como vivir en cualquier otro sítio, porque al final te das cuenta de que aunque esta ciudad huela a caucho y a gofre, es solo una apariencia. El ritmo y la mirada en el suelo mientras devanas la lana de tus agonías no cambia y entonces es cuando te das cuenta de que no sientes la ciudad y, podrías sentirte completamente perdida en tu universo de bombero. Pero no, porque las emociones se han secado y ya solo saltan como fósiles mojados, tan solo un brote, la muestra de lo humano, pero luego lo pierdes en la ignorancia de tu inglés, imperfecto y mancillado. Y pasé de la pulcritud de no hablar a este ahogo que me viene cuando tengo que explicarme y quiero charlar y describir eso pequeño que siento, pero solo consigo articular conceptos generales que al final llevan al camino de siempre, donde me encuentro con todos los muebles viejos apilados en cualquier parte.
Y como iba diciendo, el amor no existe, es solo una gota en la punta de una hoja que nunca será acebo, porque el amor, solo es un accidente, y por qué no todo lo demás. Te colocan aquí, como un accidente más y encima te crees que eres parte de algo. Eso es lo que me gusta de Londres, aquí no tengo que sentirme parte de nada, porque nada está consolidado, porque puedes vivir en la biblioteca y guardar tu casa en una maleta, porque no tienes amigos y la calle no tiene referentes, porque cada vez que una emoción cruza tu pensamiento, pierdes una palabra.
Y me da miedo volver a casa y mirar lo que he dejado y mirarlos y me da tanto miedo.

Una foto demasiado bella para una entrada como esta.