Latido...latido tenue y fugaz que habitas un espacio prestado.
Sobre mis manos caen gotas de cristal que se quiebran frágiles en las palmas de mis manos dejando pequeños surcos recorridos de sangre sutil que tapan las líneas.
La tristeza habita en la ciudad, la transeúnte cruza su ventana y él puede escuchar el sonido mudo de sus pasos sobre los adoquines mojados. La tristeza urbana que enciende la noche en fosforescencias apagadas de alumbrados de otros tiempos. Se mezclan las épocas en los cuadernos deshojados y talan trazos de carboncillo olvidado.
Me desdoblo en este recorte de papel charol y me redibujo difuminada, de nuevo, otra vez, ahora, tal vez.
Correr, desprender palabras que se escurren por las plantas de mis pies y seguir corriendo. Correr como dormir, dormir como olvidar, olvidar como no vivir en la consciencia amarga de una ciudad perfilada en siluetas perfectas, falsas.
No latir.
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