Con los brazos se prolonga un movimiento giratorio inverso a las agujas del reloj y prisma los fragmentos de color formando geometrías invisibles que nunca se repiten. Como un objeto mágico, inútil desde el punto de vista objetivo que se diluyó de dos a tres...
Pasajeros rotos que se alían en astros multicolores que reducen el espacio a una mínima circunferencia. Y hablar en tercera persona y volcar hacia dentro el infinito reducido.
Suponer que en las manos habitan los días (sueños infantiles, creencias incrustadas en coordenadas forzadas, cuando el lápiz de grafito delineaba figuras) y olvidar en una décima de segundo el contacto con el cilindro negro de cartón.
Girar el caleidoscopio, revivir el misterio de la ignorancia, de la fe ciega y caer por la cascada de colores frente al haz de luz que cada día entraba por la ventana de la escalera: espacio de libertad.
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