Entra en casa, la madeja se enreda por las estanterías y enredará tus tobillos.
En la puerta de mi habitación el viento vuela mis textos.
lunes, 10 de septiembre de 2012
Me alcoholizo o no me alcoholizo...
this is the question. Me he asomado a la puerta de casa y casi me caigo al acantilado, ¡oh, no! ¿dónde está el balcón? This is Spain?
Me voy a la nevera, cojo 1 cerveza, cojo 2, cojo, 3 cojo 4, cojo 5, cojo 6... Me emborracho sin que nadie se dé cuenta y me autoinmolo. Ya no obedezco a nadie, ya no quiero a nadie, ya no espero a nadie, ya no tengo a nadie, ya no autorizo a nadie, ya no soy nadie.
Vuelvo al hogar, tengo un paraguas, una garrapata y un sombrero, pero como no sé qué hacer con ello, pues decido tirarlo a la basura. Paso bajo la enorme puerta y busco el corner shop, where is? No idea. Ok, me voy. Subiré a casa y compartiré con el monstruo la leche podrida, mi té se abrirá como un caleidoscopio y podré escarbar entre mis dientes trozos de nata cortada. Así será.
Me rasco obsesivamente en la trastienda de mi brazo y trozos de gomaespuma se derraman sobre la cocina. Ahora ya no estoy aquí, pero mi cocina, sigue siendo la misma, ¿la misma?
Tengo sueño, parece que me voy a la cama. Antes, me esconderé en el desagüe del lavado y me anegaré en su suciedad, comeré pelos mugrientos y plenos de moho gris y coagulado.
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