viernes, 4 de mayo de 2012

Identificarse


La ciudad pasea entre los dedos de los transeúntes, sus miradas vacías no se detienen en nada, el cerebro vacío, la bolsa llena de alimentos enlatados que no sirven para nutrirse. Números cerebrales y fríos que no recuerdan su nombre. Olvidaron quiénes fueron y desapareció el dolor.
Dejar de leer, dejar de escribir, dejar de contemplar, apartar la emoción, erradicar la pasión un instante después de dormir la adolescencia, dejar sin reciclar para enlatar, plastificar, envasar al vacío. 
Entre el gemido sordo de los pasos urbanos que no tienen palabras aún se cuela la luz, una línea perfecta habitada por minúsculas partículas que danzan en mis pequeñas manos infantiles con olor a buhardillas. Abuela..? Huele a cocido otra vez.
Me cuelo por la luz, me embarco en un átomo de polvo y me catapulto al otro lado, donde nada es reconocible. 
¿Identificarse? 
Desde la identidad observo la ciudad que habito y no la reconozco. Las bolsas de rafia ya no significan nada para mí porque he saltado al vacío desde sus ventanas. Me detengo a descansar sobre la marquesina de una parada de autobús, he llegado volando, y sé que conmigo, volaba el hábito de esperar que ya no tiene significado. 
Caminar por las mismas calles sorteando los comercios de siempre, reconocer a los compatriotas ajenos que caminan simultaneando el ritmo de sus pasos. Encontrarte en reuniones repetidas de lugares comunes o íntimos y no identificarse con lo mismo, con aquello, contigo. Se han perdido las coordenadas de los años despedazados en un ritual pagano de ti misma. Has inmolado a la vida como a un carnero que se desangraba sobre la mesa ritual. No eres lo de afuera porque ya no te conforma, porque ya no te identifica, porque ya no lo reconoces. Y te sorprendes escuchando frases ya oídas que no puedes procesar, porque aquellos códigos se te han borrado de tu memoria histórica. 
Pero te reflejas en los espejos semejantes y buscas tu figura desdibujada que otros delimitan con un lápiz afilado para colorearte luego. Sin embargo, tu imagen idéntica agoniza en el vidrio ahogando una respiración intensa. Ellos te ven, pero tú no puedes verlos. Te adelgazas en los días y afirmas como un mantra, que ya no te identificas.

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