lunes, 12 de noviembre de 2012

Aeropuertos


El monstruo ha venido hoy conmigo al aeropuerto y mientras sacaba mi pasaporte que parece que es el único visado para entrar en este país, pues como iba diciendo, mientras sacaba mi pasaporte a duras penas porque me temblaban las manos y quería disimular y tenía que disimular y esta jodida manía de no pasar desapercibida y la policía restregando su sexo en el esquinazo del escáner y el monstruo que empujaba con su dedo, que empujaba con su dedo, que empujaba con su dedo...como siempre. Entonces, no me he desmayado. Cada vez, cuando estoy en este aeropuerto sueño con desmayarme, en una ocasión me concentré de veras, apreté los dientes con fuerza y dejé de respirar por quince minutos, estuve a punto de desmayarme, pero nada, no lo conseguí. La gente me miraba con asco. Yo, no miraba a nadie.
Hoy otra vez he estado en ese aeropuerto, apestaba a azufre y a carne, apestaba a cuerpos sucios de no lavarse en semanas. 
El suelo se deshacía levemente y todo el mundo caminaba con cuidado. Si alguien rozaba las junturas de los azulejos podía ser expulsado y perder su avión y perder su avión y perder su jodido y repugnante avión, el avión que le llevará de vuelta a casa home sweet home. Y nada otra vez. 
Yo no podía caminar con cuidado, porque tenía miedo de la nada, el vacío otra vez, la descorazonadora idea de romperse el corazón. 
El monstruo empuja con el dedo, restriega su uña ennegrecida por mi piel, por la parte trasera de mis muslos y se ríe de mí. Me recuerda que una noche hicimos el amor en el balcón, delante del tren y que los vecinos no nos vieron, pero que tal vez mi vecina turca nos escuchó y que por eso nunca volvió a saludarme por la mañana y que ya nunca más podré volver a Londres y que no voy a encontrar mi pasaporte y que mi tarjeta de embarque ha caducado y que me sonarán todas las alarmas y que la guardia de la aduana me violará silenciosamente y que nadie se dará cuenta y que con sus garras desarmará mi osamenta y desprenderá pequeñas tiras de mi piel. 
El monstruo me quiere bien, el monstruo me quiere, sí. Nadie nos comprende, pero el monstruo es bueno conmigo. Y empuja de nuevo su uña ponzoñosa y me sonríe con su baba maloliente y me mira de reojo, como en el balcón y yo siento la arcada y no puedo contenerme esta vez y vomito en la aduana y estoy sola porque nadie se ha quedado esta vez a despedirme en la cinta de tela y la de seguridad ha venido a pedirme algo en inglés y mi boca estaba paralizada y el monstruo me empujaba con su uña y yo, pero si yo tenía que estar en la aduana. 
- Por favor, es que voy a perder el avión...por favor...

No me escucha, ella hace su trabajo como si diese una clase de gramática, como si escribiese un libro, como si compusiese una obertura, como si diseñase un edificio moderno, como si le oliese el aliento y me echa el aliento en mis labios, y me lame con la visera de su gorra gris llena de caspa y me dice que es lesbiana y que yo no tengo ni idea de quién soy, que mi pasaporte es falso que en este país se pasan el DNI por los cojones, que mi tarjeta de embarque ha caducado...y yo..."pero si es que llevo una hora en la cola...", pero a ella le da igual, sigue restregándome los brazos y sonriendo con su mueca estúpida.
He perdido el avión. Me acuerdo perfectamente, estaba en el suelo, jugando a morir, simulando que el cuerpo me reventaba, que la presión de las venas bajo la sangre era incontenible, que tal vez explotarían, pero que antes de explotar mi cabeza habría reventado y que antes de reventar yo ya no sería y que antes de no ser tendría que soportar un poco más esta agonía. Una agonía absurda, porque termina y nunca se recicla porque recorre mi cuerpo un líquido putrefacto de basura orgánica de varias semanas en bolsa desechable y que no me lamo, aunque me gustaría.

La foto es demasiado hermosa para tantos aeropuertos...............fffffflllllllllaaasss............

Y cayó en picado.

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