sábado, 10 de noviembre de 2012

Skype


Me he despertado bruscamente en mi futón, he mirado a mi alrededor y no veía nada, claro, pero...cómo claro. El ordenador estaba encajado en mi cabeza, he intentado desasirme y nada, la pantalla cuadrada se me había incrustado y si intentaba moverme los cristales de plástico se me clavaban por el cuello adelgazado. Nada...nothing to do...rien...
No sé qué hacer, me quedo un rato inmóvil debajo del edredón y me acuerdo del tendero del Corner Shop, el que me daba las vueltas de la leche cuando no reconocía las monedas, claro que ahora tampoco las reconozco. Tal vez me pase como con los euros, que no logró aún pasar de pesetas a euros cuando pasa de 6000, no sé...tal vez estoy perdiendo la memoria.
No puedo escribir, porque con el ordenador en la cabeza no veo el teclado, estará debajo de alguna lata de cerveza o tal vez enredado en la maleta que aún no he guardado cuando vine de London I.
Me aburro, me aburro tremendamente y pienso en hacer ganchillo con los subtextos perdidos, entonces me doy cuenta de que detrás del ordenador que se me ha incrutado en la cabeza, todo es un inmenso vacío, que mi habitación es un desierto desolador y que cuando escupo palabras delante de la pantalla, todo el teclado se encharca y la pantalla se llena de gotitas. Entonces decido no hablar más, no decir una sola palabra más delante del ordenador, no pienso volver a hablarle. Echo de menos algún ser humano, ¿hay alguien por ahí? Nobody.
Why..?
Siempre igual, cuando creía que por fin había llegado alguien, resulta que todo sigue igual. 
De pronto me vuelven las ganas de vomitar y pienso que es mejor aguantarme, porque tal vez el ordenador se anegue y mi cabeza se vea envuelta en este asunto tan desagradable. No sé, pero siento tanto vacío, tanta vergüenza y tanto desprestigio aquí, debajo del ordenador, que tal vez me voy a quedar dentro. Sí, mejor así. Eso sí, soñaré con que sobrevuelo la cocina sin rozar el fluorescente.

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