viernes, 3 de febrero de 2017

Isla 5

Green lanes

Hoy no estaba adormecido. 
El barco y mi vigía, lo único que me queda después del naufragio. Un barco astillado y que supura mar y un vigía sordo y mudo que no puede aliviar mi soledad. Me acerco a él y le hablo, intento en todos los tonos, en gestos, en canciones, en llanto pero él, se limita a mirarme impasible, indiferente amante y me deja marcharme en la línea discontinua que traza el barco doblándose con la marea. 

- Un isla.- Grita desde su silencio, golpeando la baranda con la carcasa de su catalejo. Yo me precipito ansioso hacía la proa, miro quemándome una vez más los ojos frente al sol, me doblo hasta el dolor de caer y morir entre las olas, me olvido de mí mismo. Quiero llegar a casa, llegar a casa, llegar a casa, llegar a casa, quiero...

Y entonces desembarcamos, él me ayuda, me cuida como a un anciano, con lástima en los ojos, con compasión, me roza y me invita a pasar a mí delante. Paso. Apoyo mi pie sobre la madera astillada e inicio el desdenso. La arena mojada, el resto de la ola, la playa, la isla, otra isla, mi isla. Ítaca, te busco en cada isla y tú, nunca me mencionas. No te llamaré, no te llamaré, Ítaca. Pero te ruego en un gémido, que esperes por mí. 

Oígo bullicio, gentes morenas de barba picuda que vender artículos de diversos orígenes, de diferentes colores. Bullicio y vida, gentes que se mueven, que pululan, que parecen discutir. Pero yo, soy invisible. Les miro a los ojos, me miran y siguen su paso, su camino, lo que les trajo aquí. 
Mercado, productos, olores, carne abrasada y lonchada en finas piezas sobre panes finos como telas que se envuelven en sí mismas.
Hombres, fuman, hablan y ríen sin divertise. 

Green Lanes es la isla de la comunicación sin escucha, como vigía, no como mi vigía. Me sobresalto, ¿dónde está?, ¿dónde estás? Estoy solo. Mi temor, mi feroz pavor, el miedo persistente, la angustia, la agonía, lo preconcebido ha pasado hoy. No quiero estar solo.

Me acerco a uno de los puestos a resurgir de mi vida, a imitar quién fui cuando fui uno de ellos. Intento hablar ¿cuánto cuesta?, pero mi voz se ahoga. Me digo que es un sueño, uno de tantos que persisten en la noche en la cubierta del barco. 
El dependiente pierde el interés y se marcha apenas sin mirarme. Porque Green Lanes es la isla muda, la isla dónde nadie se escucha.

"Ahí está. Mi vigía se aproxima sin prisa, sin preocupación. No ha percibido mi angustia y me mira. Su piel negra brilla entre el sol y el aire impregnado de yodo que trae el mar. Es hermoso. Y volvemos al barco. 

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