- Ofeliaaa!!! (grita Hamlet) y ella, subida en una escalera, se balancea detrás de una cascada artifical. Ofelia no volvió, Hamlet tampoco la esperó.
Y la espiral de palabras gira entre masticares de bizcochos cargados de chocolate y entre comisuras de leche o de zumo de naranja artificial, y una guitarra sonrojada canta a la hora de la pereza y todos volamos entre sinceridades compartidas. Y una voz se quebró y huyó con miedo y escuchó palabras ocultas que no tenían pudor. Y su traje repetido, y las miradas cómplices y un chicle ancla que ase el barco para que no se lo lleve el mar.
Sigo usando el papel continuo, es el mejor cuaderno para proyectar el caos.
Y siete en la lista de espera, o en la lista de la compra, o en la lista de clase, o en la lista que se quedará en blanco porque nunca llegará nadie para rellenarla.
Alguien ha dejado un papel doblado en cuatro veces encima de mi mesa, y un cuaderno imperfecto se me cuela entre los brazos y se viene a mi casa y se queda habitando mi mesa de trabajo, silencioso, una temporada.
Gracias por este desayuno de confetis de azúcar, donde guardasteis silencio y me acompañasteis.
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