Su tamaño reducido no lo sujetan mis manos. Ya no me acompaña por los delirios de mi mente que se alimentaba de parques urbanos. Las gaviotas no la esperan porque han decidido dormir la siesta sin horas contadas. Ella se derrite en el parqué de la casa porque ha decidido eso, derretirse sin mí. Y yo le he repetido tantas veces en los últimos días que me espere, que me espere, que me espere...pero se va, y no dice adiós porque no puede hablar, porque su voz se ha arrinconado en una de sus patas de goma derretida. Y yo me ahogo sin parques, sin peleas, sin cazas, sin patos artificiales que no se reproducirán nunca y me acuerdo de aquella cigüeña que aterrizó entre niños boquiabiertos, pero no, ella no puede acordarse, ella aún no estaba.
Y a mí me gustaría despertarla de su sueño y sin embargo no podría volar ya con ella, porque yo he perdido mi sombrero y alguien me ha puesto este de ala ancha de caracol que me babea por la frente sudorosa. Nunca me ha sudado la frente, ¡qué absurdo! nunca me han sudado las palmas de las manos ¡qué suerte!
Todo ha pasado tan deprisa...¿dónde he oído esa frase hace poco? Estoy olvidando continuamente y ya no me acuerdo de la hierba y los conejos. Las olas nos están salpicando, ¡ten cuidado! la sal puede irritar tus ojos de canica, no chupes los animales muertos, pueden matarte. Bueno ven, déjame chupar los parásitos contigo, los animales muertos como nosotras dos. Déjame ir contigo entre las zarzas que te atrapaban en verano, cuando yo te llamaba con pavor pensando que no ibas a volver. Quiero correr contigo por las olas y empaparme la correa o mejor, quítame a mí también la correa. Viajemos velozmente sin cinturón de seguridad, pasemos túneles tocando el techo del vehículo pidiendo deseos de futuros perfectos que memorizaba en la escuela. ¿Futuros qué..? Mamá, ¿por qué me llevaste a un colegio de monjas? ¿Tú lo entiendes? Y yo llegué allí y solo porque no me hacía pis encima, pero ¿cuántos años más me lo hacía en la cama? En esa desintimidad que te deja desnuda y avergonzada entre las ramas atravesadas cuando haces senderismo.
Y entonces...¿cómo seguía este cuento? ¿a qué género literario pertenezco? Jorge, la elegía romántica no existe...explícame mejor como es la etimología de aquella palabra portuguesa que me desayunaba entre el aceite sucio de los motores. Escupe grasa, necesito hidratar mis manos secas.
Pastillas perversas que hacíais hileras y ahora simplemente, os amontonáis en mi bolsita de aseo.
Lunares deshabitados, yo deshabitada, vosotros, calles, lugares que reconocía y que han cambiado de color y de textura. No quiero pisar las calles nuevamente, no me dejéis temblar más.
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