...he llegado a un claro del bosque oscuro, pero en mis ojos había un resplandor guardado de luna llena que me ha dejado encontrar un camino sin abrojos. Me he parado en el centro del claro y me puesto en cuclillas, he cerrado los ojos para ver la luz y he respirado hondo, te he imaginado bebiendo un vaso de agua delante de la ventana y recorriendo sereno con tus ojos la senda que parte de nuestra casa hacia cualquier parte...He apretado los ojos hasta los darditos invisibles hoy y he visto una bandada de libélulas. Giraban alrededor de mi cabeza, en círculo y me susurraban cuentos al oído. Yo no podía descifrarlos más que uno...este, melees...
La garza sobrevolaba el acantilado, cuando vio desde su vuelo una mujer extraña. Se acercó temerosa y distinguió algo raro en su cabeza, un sombrero de ala ancha de caracol. Pensó la garza que haría un nido en el sombrero y que allí podría tener sus crías, pero cuando se aproximaba acechando, comprobó que el ala del sombrero, era demasiado inestable para sus huevos.
- Vaya, - pensó - tampoco aquí podré hacer mi nido, me gustaba, porque desde el ala del sombrero se ve siempre el mar y mis crías y yo, podríamos viajar por todo el mundo, sin volar.
La garza se sobresaltó cuando vio que el ala del sombrero se ladeaba, pensó que ocurriría un terremoto o que tal vez una ola gigante la llevaría al fondo del mar. Realmente, confundía las enseñanzas recibidas desde el instinto remoto. Sin embargo, nada de esto sucedió, porque tan solo la mujer, en movimientos ralentizados e interrumpidos, movía su cabeza hacia el cielo y sonreía por un instante apenas fugaz.
La garza voló con pena y aplicó las viejas lecciones de la bandada que la llevaban siempre a sitio seguro, suspiró con melancolía y voló en dirección contraria a la mujer del sombrero de ala ancha de caracol. No volvería a verla, con los ojos de garza, sí en su pensamiento, esto nadie lo vería, porque era invisible, imposible y soñado. La vería mientras cazaba peces bajo el agua y mientras devoraba entre todos, los restos muertos que dejaban los barcos pesqueros, mientras escuchaba las voces hoscas de los marineros ajados que olían a tabaco agrio. La vería mientras se negaba la poesía, la vería...y voló hacia los barcos del horizonte.
Mientras, la mujer, entre movimientos interrumpidos, pensaba en quitarse su sombrero de ala ancha de caracol, pero cuando iniciaba lentamente el movimiento, recordó la última vez. Al descubrir su cabeza, un golpe de viento le voló todo el cabello que fue a enredarse entre el diente de león. Así, recogió sus manos en el regazo, cerró los ojos e intentó poner su cara mirando al sol, para sentir el calor mojado del mar. Recordó los días en que había caminado por el suelo embarrado y cuando tuvo que subir y bajar montañas, pero aquello ya era pasado y ahora...
Buscaba nueces en sus bolsillos, tenía hambre, pero ya había gastado todas. De nuevo miró al mar y suspiró, como la garza.
Pintó en el aire un cuadro invisible.
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