Hasta mi ventana sube una estructura de límites improvisados que quieren ser andamio. Cierro los ojos porque no quiero levantarme y cerrar la ventana, pero la construcción improvisada sigue ascendiendo. Me pregunto, si llega a la ventana de mi vecino de arriba...Me consuela saber que lo que no tiene estaciones, pasa de desapercibido. Preferiría que no se despertase, pero el sonido chirriante del ascenso, resuena en el patio como diez tendederos desesperados.
Aprieto los puños y dejo de respirar, esta noche el aire suena a gritos furiosos y sé que no voy a poder dormir. Voy a meterme dentro de la funda de la almohada y a cerrar los ojos, para sentir otra noche la huida hacia lo pequeño, el escondite.
El corazón se agita, los presagios de aluminio horadan y retumban. Las palabras caídas cuelgan por la estructura como en un móvil imposible que hace equilibrios en la noche.
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