Entra en casa, la madeja se enreda por las estanterías y enredará tus tobillos.
En la puerta de mi habitación el viento vuela mis textos.
martes, 24 de diciembre de 2013
domingo, 22 de diciembre de 2013
Silencios
Esta mañana tenía frío, puse tanto empeño ayer en deshojarme las metáforas que me quedé desnuda. Hoy también hacía frío, en Madrid el viento sopla sin piedad de la epidermis y te asurca el rostro.
Sigo teniendo frío, el maldito frío que se me incrustó desde que perdí peso. Tengo frío otra vez y otra vez y otra vez y de una a otra se desdibuja el límite del tiempo y se vuelve una constante.
Problemas de física, fórmulas químicas. En la habitación hay una lluvia de números silvestres, de recuerdos de los que renegabas cuando ibas al colegio. Problemas, la tabla periódica, los dibujos planos que explican el movimiento del universo, la ley de la gravedad o el presente perfecto simple, del que ahora también reniego, porque es como una fórmula matemática, como un absurdo estúpido que quiere tener razón, que opina que el tiempo tiene una explicación única y que todos pensamos igual.
No hay presente perfecto, por qué iba a haberlo y si lo hubiese, por qué acotarlo en una fórmula lingüística. Todo son abstracciones estupefactas, ellas no tienen esencia, ni ser, ni voz siquiera.
Y yo...ando sola, paso a paso, todo ahora me resulta familiar, y sin embargo, sobrevuelo. Mi respiración ahora ha cambiado y ya solo la siento cuando estoy en la cama, allí se hace pesada, se agita y acecha a los sueños, a las pesadillas, a las noches espesas que ya no son yo, las noches pobladas de seres sin piedad, como el viento de Madrid.
He pasado los dos últimos días bailando, he bailado con extraños, con conocidos, con caras que me sonaban. No he necesitado apenas hablar en castellano, he sudado, he perdido mi ropa, he estado sola, acompañada de los danzantes, de sus figuras compactas y organizadas, de sus sonidos hedonistas, cercanos al orgasmo o en el clímax incluso. Me sumerjo, me confundo, respiro en babas o en gotas de sudor, me olvido de todos, y mis pies aún, pierden más referentes.
Gravedad, soy como un globo de papel pinocho, soy como una flauta de rocío, soy como el humo de la hierba mojada, soy de pino y de sal, de cereza caída, de la brisa de la mañana, de la nada también y del vacío y del viento que no puede con las hojas de este otoño.
Días de infancia que se agazapan mojados bajo las capas que cubren los parques, nada es visible pero hoy, ya no es otoño.
martes, 17 de diciembre de 2013
Incertidumbres
He llegado a casa a la hora de siempre, con la ropa de siempre, con el tiempo justo. Apenas me ha dado tiempo a tomar un té porque tenía que salir corriendo. He cogido el metro sin mirar qué estación tenía que tomar, qué dirección tenía que seguir. No me he bajado en mi destino, porque en el camino he olvidado adónde iba.
Incertidumbres de algodón en rama que se alargan por las macetas de mi osamenta, reconozco que no es rama.
Repeticiones vírgenes, circunferencias de hierba mate, recorridos nocturnos por los pasillos de arena.
Camino furioso que no tiene caminante...recorridos, otra vez.
Una figura de plata como una bailarina en una servilleta de papel como encontrarse por la noche, debajo de tu cama, los restos deshojados de tu vaso de agua.
jueves, 5 de diciembre de 2013
VIAJAR
I
IR
Camino de casa, camino de ninguna parte. El viejo reloj
gotea brisa congelada, nada es como en el verano.
La camiseta rota y la piel infantil, la sonrisa de arena.
Los viajeros.
Destinos
Viajar siempre tiene un destino, un destino aún más verdadero que el que te prendes en la solapa
cuando vas a trabajar. Entonces tomas una dirección, tan solo una dirección.
Direcciones
Tener una dirección es tener una casa o tal vez tan solo una
agenda. Antes…cada año en enero renovábamos la agenda o el almanaque, con
bolígrafo, en papel. Ahora nadie vive en casas… direcciones de correo
electrónico. ¿Quién llama a tu puerta? Nadie.
Viajar hacia el Este, a favor de la luz y el verano; viajar
hacia el Norte, a favor de la lluvia, cuando la lluvia era lluvia y antes de
que dejase de serlo, casa; viajar a la Isla Grande… ya he hablado demasiado.
Un viajero con una maleta, con una noticia, con un pretexto,
con un destino. En el vagón del tren puedes encontrar destinos de todos los
tamaños.
Él va a encontrarse con su madre, lo hace periódicamente,
como una rutina. Viaja, ha cogido el tren, como siempre. Lleva un traje gris
que le ciñe el talle y una servilleta de papel en la mano, se le quedó prendida
antes de darle un beso fugaz, sin pensar, como los que se daban últimamente, besos
con sabor a café en las comisuras. Besos de papel, recién estrenados y
frágiles. Se sorprende arrugando su servilleta. Mira de nuevo por la ventana,
no se mueve. Aseado y limpio se pregunta cuánto tiempo queda para llegar a
casa.
El autobús va vacío, está entrando en las dársenas. Madrid,
Méndez Álvaro. La pequeña con su mochila es tan diminuta que apenas se sabe si
tendrá cabeza. Tiene miedo, hace frío y es de noche. Se aprieta dentro de la
mano, en el bolsillo del pantalón, los restos de pan duro de un bocadillo de
queso.
Aviones, leyendas, poemas, máquinas asesinas del tiempo
cuando creíamos que el tiempo existía; cuando pensábamos que el tiempo se podía
acumular en las agendas de papel; en los almanaques del viento; en el reloj que
llevaba para dar la clase; en el rincón de cocina, cargado de polvo…
II
VOLVER
En las metáforas de las aceras heladas se agazapan las
nadas, recoges algún guijarro de vacío y te lo calzas sin miedo, porque ya no
reconocías tu pavor deshojado en margaritas agostadas, porque el verano no está
y ni siquiera lo has visto debajo de tu cama. Y sin embargo, y sin embargo… y
sin embargo nada…
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Pesadillas
Hace varios días que estoy intentando escribir y no lo consigo. El teclado inglés está a un metro y medio de mí, el ordenador pequeño a 98 centrímetros y el teclado español inalámbrico a 99. De las máquinas de Ella prefiero no hablar, porque hay tantas máquinas en esta casa que ahora, cuando intentamos escuchar lo que dice la una a la otra, resulta que tampoco podemos vernos porque los ordenadores se amontonan en el pasillo y yo, además, aún llevo en la cabeza la pantalla negra del ordenador de casa...whatever...
Me doy cuenta de que cuando llegue no estará allí, pero que tal vez la lleve en mi cabeza, aunque realmente, no sé si podré pasar en el aeropuerto con ella. Aquí son bastante "persistentes" con la seguridad y aunque no sea Stanted...será otro.
Otro...se me revuelve el estómago...¿por qué voy al aeropuerto? ¿qué es Espana? ¿por qué se escribe con mayúscula?... un momento por favor, solo quiero decirle a mi amiga A. que...no sé, lo he olvidado...epilepsia...alarido seco, recorremos en babas la ciudad, pero nadie nos mira, aquí nadie te mira...pesadillas, pesadillas, pesadillas, pesadillas...sí, ya me acuerdo...solo quería decirte...ya da igual.
Días Bestias...why not?...always...again. 3, 2, 1... ¿Tea? ¿Tea? ¿Tea?...perdida otra vez...me revuelvo en la cama, he vuelto a dormir con calcetines y la cama está llena de migas, he decidido que no voy a volver a beber agua, es para no recordar qué agradable era cuando llevaba el vaso de cristal por la noche, mientras apagaba las luces, mientras cerraba la cortina a trompicones, mientras me delineaba la piel con los recodos de las puertas, con el silencio de la casa, con las ventanas, con la madera, con las palabras, las palabras, palabras. Mi casa está llena de palabras: Los días bestias, Los días bestias II, Los días bestias III...creo que esto es lo que quería decirle a A, ya no importa.
London I, London II, London III, London IV, London V, London VI, London VII, London VIII...he perdido la cuenta. Recuerdo que antes, cuando no soñaba, sabía perfectamente cuantos Londres eran, ahora...no recuerdo. Cada noche me sumergo en el Montón.
Prefiero no hablar de este lugar, apenas aquí nadie más que las prostitutas lo conocen. Me gusta ir por las noches, mientras Ella duerme, porque he visto que esta es la única manera de no tener pesadillas.
He decidido no dormir más, también me acuerdo cuando decidí no hablar, recuerdo que no logré conseguirlo, sin embargo ahora es fácil. Vivo en el balcón, rodeada de macetas y con la boca llena de arena, cuando llueve, todos días, la arena se reblandece dentro y me da una naúsea. Me gusta contenerla, porque el sabor de la arena mojada me recuerda a las macetas de Cualquiera, y la contengo. A veces paso así horas, mirando las hojas de los árboles. Nunca me había dado cuenta de cuanto tiempo lleva al árbol este proceso, pero es porque nunca había vivido en un balcón, ni en una biblioteca, ni en el rincón de un pasillo.
No me respondas.
Pesadillas, pesadillas, pesadillas...minuto uno, el aeropuerto; minuto dos, vacío; repetición, fotogramas dibujados con cúter; frontera, recoge, revienta, muerde...
Pesadillas.
Me gusta aquí, porque no soy nadie.
Arena
miércoles, 13 de noviembre de 2013
...miércoles...
En mi otra vida en Londres fui a trabajar a un colegio que estaba en Blackhorse Road, para llegar allí pasaba por diferentes calles y siempre me perdía. La gente de ese barrio habla diferente y como no les entendía bien, siempre cogía la dirección contraria y caminaba y caminaba y caminaba...
En Blackhorse Road la gente mira, te mira con cara de marinero deshojado y la piel les huele a mar.
Blackhorse... Hihgate Leyon... Chingford... Showsth...
Las ciudades son lugares increíbles...
Y entonces pare un momento, les pregunté que si les podía hacer una pregunta y les pregunté que cuántas lenguas hablaban en esa clase y me fueron diciendo uno por uno, uno por uno, y hablaban doce lenguas entre todos y era una clase de no más de veinte alumnos. Así fue.
...miércoles...Ella...
Cada vez que Ella llega a casa una tormenta de piedras se nos cae encima, intentamos hablarnos desesperadamente, pero es imposible, porque no podemos oírnos, el ruido es tan brutal que intentamos decir una palabra para saber siquiera si la otra está ahí y nada. Hoy por ejemplo nos ha entrado la risa, porque en medio de la tormenta hemos confundido la palabra tea con perra y una de las dos, ya no recuerdo cuál, se ha enfadado muchísimo, porque ha pensado que la otra la llamaba perra y claro, a nadie le gusta que le llamen perra, sobre todo si eres mujer o female como aquí.
La verdad es que mi vida en Londres...es increíble, es algo así como...mi vida en Londres.
El otro día me estuve fijando en todo lo que me ha inspirado esta ciudad, ¡una barbaridad! La verdad. Porque desde que llegué aquí no he parado de abrir Etiquetas con algo que dice Londres. No sé...será la novedad...
El caso es que ahora me estoy quedando embebida porque acabo de fijarme en las cascadas del pasillo y en los cercos de humedad y han desaparecido. ¡Qué despistada he debido de estar últimamente! porque ni me había fijado, pero debe ser porque ya no caía agua... El caso es que ahora también de la cascada están cayendo piedras. Esto sí que me da un poco de miedo, porque con el agua tenía frío y los cercos de humedad siempre me han dado grima, pero las piedras...no sé, ahora tengo miedo a cruzar el pasillo para ir a la cama, esta noche me he dado cuenta cuando dormía de que mi cabeza se ha vuelto muy pequeña y es que todo en mí se está haciendo muy pequeño. Pero ahora, tengo miedo, porque con esta cabeza tan pequeña...y seguro que me golpean las piedras, porque caen sin cesar. Seguro que mi cabeza se abrirá por la mitad y todo el pasillo se llenará de sangre y cuando Ella llegue ya habrá coagulado y no tendremos tiempo de no oírnos, porque yo ya no podré hablar. Seguro que a mí me da un poco de pena, pero Ella...Ella se va a morir de pena y va a gritar en el pasillo y todos los vecinos la escucharán incluso también nuestros amigos y K, que vive en Caledonian Road, sin embargo, Ella no podrá oírse a sí misma porque con el ruido de las piedras, no podrá escucharse.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)