Entra en casa, la madeja se enreda por las estanterías y enredará tus tobillos.
En la puerta de mi habitación el viento vuela mis textos.
jueves, 23 de enero de 2014
...Thursday...
Ahora tengo un nuevo trabajo, apagar fuegos. Es muy interesante, creativo y hasta bonito; lo único malo que tiene es que es poco ecológico y a mí la ecología siempre me ha preocupado muchísimo.
Cada mañana me despierto llena de esperanza, ¿cuál será mi próximo fuego? ¿será grande? ¿será peligroso? ¿habrá víctimas, heridos leves, graves, mujeres, niños, ancianos, hombres con pelos en el pecho...? Intento entonces aguantar cinco minutos más en la cama, porque de verdad que la ansiedad por ducharme, vestirme de bombera y ponerme el abrigo casi me hace olvidar, cada día, que tengo que pasar quince minutos serenamente delante de mi té y prepararme el lunch.
Esta semana no ha habido muchos fuegos en London y la verdad que eso me hace deprimirme bastante, pero le he prometido a Ella que no voy a estar triste, que la ciudad está llena de incencios y de peligros y que aunque yo solo esté en la brigada de fuegos pues que it´s coming. Vamos que seguro que con el tiempo todo irá mejor y podré salir corriendo en cuanto suene la trompeta del móvil, a no sé dónde.
Aunque la verdad, no se lo he dicho, pero está lloviendo tanto...
Barcos de papel
A veces, algunos días, sometimes...
Barcos de papel, ejércitos de barcos de papel, montañas arrugadas de pequeños soldados de quebranto. Tres barcos de papel, barcos de papel.
Son residuos de un naufragio de tardes de tormenta, de neblina importada y de frío que te cala hasta los huesos.
Olas, residuos de amor que se confunden con besos, besos de esparto y arañazos en la frente. Cuchillas de té con leche, con azúcar, sin azúcar...never mind.
La tarde se encoge, se resguarda de sí misma en los recodos de sus caricias, palabras rotas y significados expuestos, rasgados en mitad de la noche, la noche joven, la noche preniña de la ciudad que habito. Las noches cualquiera, como frases preconcebidas que hay que llevar a cabo. Porque es de noche y tan solo por eso tenemos obligaciones. Nadie las entiende, nadie las habita, nadie las escruta, nadie las niega pero tampoco las despoja. Una noche más, cumplida, sometida, encauzada; como nosotras mismas.
El ganado vuelve al redil, cae la tarde, pero desde la distancia, apenas se puede percibir el sabor del mar.
domingo, 22 de diciembre de 2013
Silencios
Esta mañana tenía frío, puse tanto empeño ayer en deshojarme las metáforas que me quedé desnuda. Hoy también hacía frío, en Madrid el viento sopla sin piedad de la epidermis y te asurca el rostro.
Sigo teniendo frío, el maldito frío que se me incrustó desde que perdí peso. Tengo frío otra vez y otra vez y otra vez y de una a otra se desdibuja el límite del tiempo y se vuelve una constante.
Problemas de física, fórmulas químicas. En la habitación hay una lluvia de números silvestres, de recuerdos de los que renegabas cuando ibas al colegio. Problemas, la tabla periódica, los dibujos planos que explican el movimiento del universo, la ley de la gravedad o el presente perfecto simple, del que ahora también reniego, porque es como una fórmula matemática, como un absurdo estúpido que quiere tener razón, que opina que el tiempo tiene una explicación única y que todos pensamos igual.
No hay presente perfecto, por qué iba a haberlo y si lo hubiese, por qué acotarlo en una fórmula lingüística. Todo son abstracciones estupefactas, ellas no tienen esencia, ni ser, ni voz siquiera.
Y yo...ando sola, paso a paso, todo ahora me resulta familiar, y sin embargo, sobrevuelo. Mi respiración ahora ha cambiado y ya solo la siento cuando estoy en la cama, allí se hace pesada, se agita y acecha a los sueños, a las pesadillas, a las noches espesas que ya no son yo, las noches pobladas de seres sin piedad, como el viento de Madrid.
He pasado los dos últimos días bailando, he bailado con extraños, con conocidos, con caras que me sonaban. No he necesitado apenas hablar en castellano, he sudado, he perdido mi ropa, he estado sola, acompañada de los danzantes, de sus figuras compactas y organizadas, de sus sonidos hedonistas, cercanos al orgasmo o en el clímax incluso. Me sumerjo, me confundo, respiro en babas o en gotas de sudor, me olvido de todos, y mis pies aún, pierden más referentes.
Gravedad, soy como un globo de papel pinocho, soy como una flauta de rocío, soy como el humo de la hierba mojada, soy de pino y de sal, de cereza caída, de la brisa de la mañana, de la nada también y del vacío y del viento que no puede con las hojas de este otoño.
Días de infancia que se agazapan mojados bajo las capas que cubren los parques, nada es visible pero hoy, ya no es otoño.
martes, 17 de diciembre de 2013
Incertidumbres
He llegado a casa a la hora de siempre, con la ropa de siempre, con el tiempo justo. Apenas me ha dado tiempo a tomar un té porque tenía que salir corriendo. He cogido el metro sin mirar qué estación tenía que tomar, qué dirección tenía que seguir. No me he bajado en mi destino, porque en el camino he olvidado adónde iba.
Incertidumbres de algodón en rama que se alargan por las macetas de mi osamenta, reconozco que no es rama.
Repeticiones vírgenes, circunferencias de hierba mate, recorridos nocturnos por los pasillos de arena.
Camino furioso que no tiene caminante...recorridos, otra vez.
Una figura de plata como una bailarina en una servilleta de papel como encontrarse por la noche, debajo de tu cama, los restos deshojados de tu vaso de agua.
jueves, 5 de diciembre de 2013
VIAJAR
I
IR
Camino de casa, camino de ninguna parte. El viejo reloj
gotea brisa congelada, nada es como en el verano.
La camiseta rota y la piel infantil, la sonrisa de arena.
Los viajeros.
Destinos
Viajar siempre tiene un destino, un destino aún más verdadero que el que te prendes en la solapa
cuando vas a trabajar. Entonces tomas una dirección, tan solo una dirección.
Direcciones
Tener una dirección es tener una casa o tal vez tan solo una
agenda. Antes…cada año en enero renovábamos la agenda o el almanaque, con
bolígrafo, en papel. Ahora nadie vive en casas… direcciones de correo
electrónico. ¿Quién llama a tu puerta? Nadie.
Viajar hacia el Este, a favor de la luz y el verano; viajar
hacia el Norte, a favor de la lluvia, cuando la lluvia era lluvia y antes de
que dejase de serlo, casa; viajar a la Isla Grande… ya he hablado demasiado.
Un viajero con una maleta, con una noticia, con un pretexto,
con un destino. En el vagón del tren puedes encontrar destinos de todos los
tamaños.
Él va a encontrarse con su madre, lo hace periódicamente,
como una rutina. Viaja, ha cogido el tren, como siempre. Lleva un traje gris
que le ciñe el talle y una servilleta de papel en la mano, se le quedó prendida
antes de darle un beso fugaz, sin pensar, como los que se daban últimamente, besos
con sabor a café en las comisuras. Besos de papel, recién estrenados y
frágiles. Se sorprende arrugando su servilleta. Mira de nuevo por la ventana,
no se mueve. Aseado y limpio se pregunta cuánto tiempo queda para llegar a
casa.
El autobús va vacío, está entrando en las dársenas. Madrid,
Méndez Álvaro. La pequeña con su mochila es tan diminuta que apenas se sabe si
tendrá cabeza. Tiene miedo, hace frío y es de noche. Se aprieta dentro de la
mano, en el bolsillo del pantalón, los restos de pan duro de un bocadillo de
queso.
Aviones, leyendas, poemas, máquinas asesinas del tiempo
cuando creíamos que el tiempo existía; cuando pensábamos que el tiempo se podía
acumular en las agendas de papel; en los almanaques del viento; en el reloj que
llevaba para dar la clase; en el rincón de cocina, cargado de polvo…
II
VOLVER
En las metáforas de las aceras heladas se agazapan las
nadas, recoges algún guijarro de vacío y te lo calzas sin miedo, porque ya no
reconocías tu pavor deshojado en margaritas agostadas, porque el verano no está
y ni siquiera lo has visto debajo de tu cama. Y sin embargo, y sin embargo… y
sin embargo nada…
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Pesadillas
Hace varios días que estoy intentando escribir y no lo consigo. El teclado inglés está a un metro y medio de mí, el ordenador pequeño a 98 centrímetros y el teclado español inalámbrico a 99. De las máquinas de Ella prefiero no hablar, porque hay tantas máquinas en esta casa que ahora, cuando intentamos escuchar lo que dice la una a la otra, resulta que tampoco podemos vernos porque los ordenadores se amontonan en el pasillo y yo, además, aún llevo en la cabeza la pantalla negra del ordenador de casa...whatever...
Me doy cuenta de que cuando llegue no estará allí, pero que tal vez la lleve en mi cabeza, aunque realmente, no sé si podré pasar en el aeropuerto con ella. Aquí son bastante "persistentes" con la seguridad y aunque no sea Stanted...será otro.
Otro...se me revuelve el estómago...¿por qué voy al aeropuerto? ¿qué es Espana? ¿por qué se escribe con mayúscula?... un momento por favor, solo quiero decirle a mi amiga A. que...no sé, lo he olvidado...epilepsia...alarido seco, recorremos en babas la ciudad, pero nadie nos mira, aquí nadie te mira...pesadillas, pesadillas, pesadillas, pesadillas...sí, ya me acuerdo...solo quería decirte...ya da igual.
Días Bestias...why not?...always...again. 3, 2, 1... ¿Tea? ¿Tea? ¿Tea?...perdida otra vez...me revuelvo en la cama, he vuelto a dormir con calcetines y la cama está llena de migas, he decidido que no voy a volver a beber agua, es para no recordar qué agradable era cuando llevaba el vaso de cristal por la noche, mientras apagaba las luces, mientras cerraba la cortina a trompicones, mientras me delineaba la piel con los recodos de las puertas, con el silencio de la casa, con las ventanas, con la madera, con las palabras, las palabras, palabras. Mi casa está llena de palabras: Los días bestias, Los días bestias II, Los días bestias III...creo que esto es lo que quería decirle a A, ya no importa.
London I, London II, London III, London IV, London V, London VI, London VII, London VIII...he perdido la cuenta. Recuerdo que antes, cuando no soñaba, sabía perfectamente cuantos Londres eran, ahora...no recuerdo. Cada noche me sumergo en el Montón.
Prefiero no hablar de este lugar, apenas aquí nadie más que las prostitutas lo conocen. Me gusta ir por las noches, mientras Ella duerme, porque he visto que esta es la única manera de no tener pesadillas.
He decidido no dormir más, también me acuerdo cuando decidí no hablar, recuerdo que no logré conseguirlo, sin embargo ahora es fácil. Vivo en el balcón, rodeada de macetas y con la boca llena de arena, cuando llueve, todos días, la arena se reblandece dentro y me da una naúsea. Me gusta contenerla, porque el sabor de la arena mojada me recuerda a las macetas de Cualquiera, y la contengo. A veces paso así horas, mirando las hojas de los árboles. Nunca me había dado cuenta de cuanto tiempo lleva al árbol este proceso, pero es porque nunca había vivido en un balcón, ni en una biblioteca, ni en el rincón de un pasillo.
No me respondas.
Pesadillas, pesadillas, pesadillas...minuto uno, el aeropuerto; minuto dos, vacío; repetición, fotogramas dibujados con cúter; frontera, recoge, revienta, muerde...
Pesadillas.
Me gusta aquí, porque no soy nadie.
Arena
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