Fallas momentáneas que dejan la tierra agrietada y dividida. Queda el hueco sonoro de un día de lluvia que se cuela por el intersticio en el sueño de rellenar con líquido lo que la tierra ha sobrado. Pero antes de que se pueda cubrir, ya la tierra lo absorbe y desciende otra vez el nivel.
Hay una silueta de nieve que se masturba frente a la diosa, su placer recubre de gemidos todo el templo y los titanes tiritan dentro del agua. Orgasmos de hostias consagradas. Cae una gota por el algibe.
Dentro...
Con una mano ase su pubis y con la otra se retuerce el clítoris. Calumnias de verdades nunca dichas. La palabra no existe y el ruido de los dedos apaga el viento. La mano se pierde entre las rocas, olvida el camino de vuelta a casa.
Una mujer que va olvidando sus extremidades y algún órgano, queda todo esparcido por la tierra que se empapa de sudor robado a la epidermis cortada.
Y así, todo queda sumido en la negrura.
El barco se detiene absolutamente, las olas giran únicamente su propia espuma.
Cabalgada de truenos sordos, vejigas repletas de orines matutinos, nubosidad variable.
Desastres de cinco minutos que repueblan los bosques desombrados. Dormir sin párpados, inevitable la invasión luminosa. No dormir.
Asistir a la abstinencia eterna de una respiración cortada y no volver a sonreír.
Eso es todo, un mar confuso en las mareas nórdicas de agosto. Una playa esperando y un retorno imposible. Una brizna de brisa llega, pero ya no se percibe.
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