El caso es que cuando me desperté y fui a la cocina para hacerme un té, aquí en la biblioteca podemos, este país es diferente. Pues oí un ruido extraño, como de manifestación, me quedé muy quieta en la puerta. Me di la vuelta y abandoné la idea de tomarme el té, alredor de la ketel había un montón de gente, gritaban no sé qué, pero yo me aburrí enseguida de mirar la manifestación y me volví a mi sitio. Lo bueno de vivir aquí es que siempre puedo elegir sitio y no tengo que hacer la aburrida cola cada mañana.
Qué gracia, alguien había sacado ayer el pétalo del vaso y lo había puesto en el borde del lávabo, me hizo reír. Yo lo dejé ahí, pienso que seguirá todavía en el mismo sitio donde lo dejé. No es como lo de la ketel, la verdad es que en la cocina nunca puedo encontrar las cosas y las que me gustan están demasiado alto. Por eso me olvido de comer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario